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Paso adelante en la campaña de Zapatero: “España también existe”
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Antonio Casado

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Paso adelante en la campaña de Zapatero: “España también existe”

El fin de semana nos trajo dos noticias del exterior que nos afectan directamente. Una mala y otra buena. La mala es la pérdida de dos

El fin de semana nos trajo dos noticias del exterior que nos afectan directamente. Una mala y otra buena. La mala es la pérdida de dos soldados españoles, víctimas mortales de un ataque terrorista en Afganistán, donde la situación va de mal en peor: más terrorismo, más producción de drogas y menos apoyo a las fuerzas internacionales comprometidas con la estabilización del país. Más allá de solidarizarse con las familias de los soldados muertos y heridos, toca comentar la buena noticia: el éxito momentáneo de las gestiones del Gobierno para sentar a España en la cumbre internacional del G-20.

 

Algunos siguen empeñados en forzar la relación de la política exterior española con la ausencia-presencia de España en la cita reconstituyente del 15 de noviembre. Si hubiera sido ausencia, la culpa sería de una política exterior bananera o inexistente. Como va a ser presencia, pues finalmente España sí estará con voz y voto en Washington, el éxito se debe a que quiénes han tomado la decisión no son Castro y Chaves sino Bush y Sarkozy. Eso dijo ayer el líder del PP, Mariano Rajoy, tal vez para compensar con algún pero su apoyo irremediable a la participación de España en la reunión.

Ni lo uno ni lo otro. Era una sandez hablar del portazo a España como consecuencia de su errática política exterior, sobre todo si se ilustraba con descripciones malintencionadas: España se arrastra, Zapatero hace el ridículo, somos un cero a la izquierda. Y sería una sandez sostener que la inclusión de nuestro país en el proceso refundador del capitalismo se debe a la excelente política exterior de Zapatero, como este fin de semana sostenía la vicesecretaria general del PSOE, Leire Pajín: “La política exterior del Gobierno ha conseguido que seamos respetados por los grandes países y queridos por los pequeños”.

No consta que George Bush, al concertar con Sarkozy la presencia de Zapatero en la cita del 15 de noviembre, pusiera sobre la mesa un supuesto memorial de agravios por el antiamericanismo de la izquierda española, la espantada de Irak o el desprecio a la bandera de EEUU. Tal vez ese memorial nunca estuvo, hasta el punto de determinar las relaciones bilaterales, en el escritorio y la mente de Bush. Pero nunca dejó de estar en las agendas del aznarismo atrapado en su gran agujero negro: la derrota del 14 de marzo de 2004.

Todo es mucho más sencillo. España tenía que estar en esta reunión por su peso económico y político, por su proyección latinoamericana, por su específico modelo regulador del sistema bancario. Debía estar. Y va a estar. Supone el reconocimiento del peso de España en el mundo. Sin tirar cohetes, sin concierto de campanas, pero es una buena noticia para todos. Y era bueno que Zapatero echase toda la carne en el asador, aunque generar la expectativa tuviera tantos riesgos. Quienes se mofaban de sus esfuerzos por conseguirlo, en realidad estaban proyectando el deseo tóxico de verle morder el polvo, incluso al precio del ninguneo y la humillación de España.

Ahora Zapatero dice que es nuestro mayor éxito diplomático en décadas. Otra tontería. Estar por estar, no. El logro se quedaría en ocasional y muy limitado si España vuelve a quedar fuera del G-8, o de las eventuales instituciones que pueda alumbrar el proceso de 100 días que comienza el 15-N. De momento, conviene recordarlo, vamos a estar, pero de prestado. No tanto respecto a Francia, sino a la Unión Europea, que no es lo mismo y además no supone ninguna servidumbre.

El fin de semana nos trajo dos noticias del exterior que nos afectan directamente. Una mala y otra buena. La mala es la pérdida de dos soldados españoles, víctimas mortales de un ataque terrorista en Afganistán, donde la situación va de mal en peor: más terrorismo, más producción de drogas y menos apoyo a las fuerzas internacionales comprometidas con la estabilización del país. Más allá de solidarizarse con las familias de los soldados muertos y heridos, toca comentar la buena noticia: el éxito momentáneo de las gestiones del Gobierno para sentar a España en la cumbre internacional del G-20.