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El fantasma de la división vuelve a planear en la lucha antiterrorista
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Antonio Casado

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El fantasma de la división vuelve a planear en la lucha antiterrorista

Alguien hizo caldo de cerebro la semana pasada y lo sirvió en letra impresa. Consistía en presentar el acercamiento de presos etarras a las cárceles del

Alguien hizo caldo de cerebro la semana pasada y lo sirvió en letra impresa. Consistía en presentar el acercamiento de presos etarras a las cárceles del País Vasco y la negativa del Gobierno a disolver las Corporaciones gobernadas por ANV como antesala de un nuevo proceso negociador del Gobierno con la banda terrorista. Sin ningún fundamento real, más allá de la credibilidad herida del Gobierno a la vista de los antecedentes. Pero siempre hay enredadores dispuestos a correr detrás de esa liebre. En esta ocasión, muy localizados.

La conexión de los predicadores del alba con Esperanza Aguirre, unidos por el cuestionamiento de Rajoy en la causa de “una derecha sin complejos”, funcionó inmediatamente. A la presidenta madrileña le faltó tiempo para rematar el balón centrado por sus amigos: “Aunque de cara a la galería se esté aplicando una política distinta a la pasada Legislatura, podría estarse pensando en volver al mal llamado proceso de paz, o sea, en realidad una negociación política con los terroristas”.

Irresponsable mensaje en boca de un alto cargo institucional que, además, y esto no es nada nuevo, impugna la política concertada por su jefe político con Zapatero durante su encuentro del mes de julio en Moncloa. El líder del PP no comparte ni autoriza la actualización de esa sospecha (¿Prepara el Gobierno una nueva negociación con ETA?) para reutilizarla en el debate político, según aclaró este fin de semana el diputado Federico Trillo, interlocutor del ministro Rubalcaba en el día a día de la lucha antiterrorista. Sin embargo, las declaraciones de Aguirre se cruzan con el empeño oficial del PP en utilizar los atajos para echar de los Ayuntamientos a los amigos de ETA. Así que ha vuelto a planear el fantasma de la división entre los dos grandes partidos nacionales en el objetivo común de acabar de una vez por todas con ETA.

No hay mal que por bien no venga. Después de unos meses de excelente sintonía PSOE-PP en la común apología de la eficacia policial, la unidad política y la colaboración francesa, el súbito enrarecimiento del clima ha dado un fruto sano. Me refiero a una declaración de intenciones en boca del ministro del Interior y cerebro de guardia del Gobierno. Pérez Rubalcaba no ha podido ser más explícito: “Los diálogos con ETA son hechos del pasado y no se van a repetir”, “ETA ha tenido tres oportunidades y las ha perdido”, “Pudo haber acabado como el IRA y ahora va a acabar como el GRAPO”. Así sea.

Aunque muchos creemos que el Gobierno ha rectificado en el método y no en el objetivo (acabar con ETA), tal vez hacía falta un pronunciamiento tan nítido sobre el futuro de estos criminales. Y por la misma razón, tal vez está haciendo falta otro  pronunciamiento tan inequívoco del PP que deje al presidente del Gobierno de la Nación fuera de toda sospecha. En este sentido su portavoz, González Pons, ha perdido una magnífica ocasión de callarse al decir que lo de Rubalcaba “me lo tengo que creer, que no es lo mismo que decir que me lo creo”.

Sería penoso volver a la situación creada cuando ETA rompió la tregua con el atentado a la T-4. Tanto Batasuna como el PP y su entorno mediático culparon al Gobierno de lo ocurrido. Aquellos, porque el Gobierno no cedía. Y éstos, porque no había hecho más que ceder. Recuerden ustedes que al día siguiente del atentado un puñado de energúmenos se echó a la calle para corear la  consigna  “Otegui y Zetapé, la misma mierda es”.

Alguien hizo caldo de cerebro la semana pasada y lo sirvió en letra impresa. Consistía en presentar el acercamiento de presos etarras a las cárceles del País Vasco y la negativa del Gobierno a disolver las Corporaciones gobernadas por ANV como antesala de un nuevo proceso negociador del Gobierno con la banda terrorista. Sin ningún fundamento real, más allá de la credibilidad herida del Gobierno a la vista de los antecedentes. Pero siempre hay enredadores dispuestos a correr detrás de esa liebre. En esta ocasión, muy localizados.