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El fin y los medios en la lucha de Israel contra el terrorismo de Hamás
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Antonio Casado

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El fin y los medios en la lucha de Israel contra el terrorismo de Hamás

El Papa, como Zapatero, lamenta el sufrimiento de la población civil de Gaza y opina que la solución militar no sirve en Oriente Próximo. Y como

El Papa, como Zapatero, lamenta el sufrimiento de la población civil de Gaza y opina que la solución militar no sirve en Oriente Próximo. Y como el presidente del Gobierno, también lamenta la violencia ejercida por la otra parte. Seguro que quienes entre nosotros disculpan los excesos de Israel no dedicarán a Benedicto XVI las mismas lindezas que a Zapatero por decir prácticamente lo mismo. O por ejercer el “buenismo” con el presidente palestino, Mahmud Abbas, que ayer se llevó de Moncloa la solidaridad de España y un cheque de cinco millones de euros de ayuda al pueblo palestino.

 

Mientras continuaban los esfuerzos diplomáticos por poner fin a la locura, cuando el mal ya está hecho, también conocíamos la suspensión de actividades decidida por la Agencia de la ONU para los refugiados de Palestina, tras el tiroteo de los soldados israelíes contra un camión perfectamente identificado de dicha Agencia (UNRWA), causando la muerte a uno de sus conductores. Es la quinta víctima mortal que sufre esta organización humanitaria, cuyos trabajadores palestinos han debido ser tomados por terroristas, lo mismo que los cien niños muertos hasta ahora en esta “selectiva” operación contra los escondites de Hamás.

Espero que Benedicto XVI, los responsables de esta agencia, los de las organizaciones humanitarias que han denunciado el uso de bombas de racimo o los corresponsales que critican la opacidad de la operación militar israelí, no empiecen a pasar por peligrosos elementos antisemitas. A quienes reprobamos la masacre que el Ejército de Israel está llevando a cabo en Gaza nos quieren descalabrar con esa pedrada tan injusta. Y otra igual de injusta: la de simpatizar con los terroristas de Hamas. Pero nadie se toma la molestia de rebatir nuestra principal objeción a la formidable ofensiva militar de Israel, desencadenada por tierra, mar y aire contra la población acorralada de esta parte del territorio palestino.

Habrá que repetirlo una vez más, cien, mil veces más y cuantas sean necesarias: el pecado de Israel es el de la desproporción, la brutalidad de la respuesta, la reacción desmedida ante las provocaciones de Hamás, la búsqueda de unos objetivos justos (el derecho de los ciudadanos israelíes a vivir en paz) mediante el uso de unos medios que en absoluto responden a los principios clásicos sobre legítima defensa y “respuesta en caliente”: proporcionalidad, provisionalidad y subsidiariedad.

Eliminar la desproporción no supone, según un reciente sofisma de André Glucksmann (Dostoievski en Manhattan), ponerse a la altura de Hamas o esperar a que Hamas se ponga a la altura de Israel. Significa recurrir a medios alternativos de acción selectiva contra el terrorismo practicado por este grupo islámico que gobierna la franja de Gaza en discrepancia con los nacionalistas de Al Fatah que gobiernan en Cisjordania. Al Estado Israelí, que goza del masivo reconocimiento de su derecho a vivir en paz dentro de unas fronteras seguras, le sobran medios, capacidad, tecnología y conocimientos para ejercer ese derecho sin necesidad de asesinar al camarero porque le ha servido la sopa fría.

Pero volvamos al ruedo ibérico ¿Recuerdan el GAL? Entonces el PP y los sectores mediáticos afines desarrollaron con razón la doctrina de que el fin (acabar con el terrorismo) no justifica los medios (terrorismo de Estado). Pero vuelve a detectarse el apagón de esa doctrina entre quienes la utilizaron en su día contra Felipe González. Con razón, insisto. Ahora los terroristas ya no son de Eta sino de Hamás. Y el Estado ya no es el de España sino el de Israel. Pero el principio es el mismo ¿O no?

El Papa, como Zapatero, lamenta el sufrimiento de la población civil de Gaza y opina que la solución militar no sirve en Oriente Próximo. Y como el presidente del Gobierno, también lamenta la violencia ejercida por la otra parte. Seguro que quienes entre nosotros disculpan los excesos de Israel no dedicarán a Benedicto XVI las mismas lindezas que a Zapatero por decir prácticamente lo mismo. O por ejercer el “buenismo” con el presidente palestino, Mahmud Abbas, que ayer se llevó de Moncloa la solidaridad de España y un cheque de cinco millones de euros de ayuda al pueblo palestino.