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Zapatero, en la tele: no supo o no quiso acercarse a los ciudadanos
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Zapatero, en la tele: no supo o no quiso acercarse a los ciudadanos

No miente el entrenador que anuncia la victoria de su equipo y luego resulta goleado. Ni mintió el presidente del Gobierno cuando el 3 de julio

No miente el entrenador que anuncia la victoria de su equipo y luego resulta goleado. Ni mintió el presidente del Gobierno cuando el 3 de julio de 2007 anunció en el Congreso el pleno empleo para la próxima legislatura. Tomar por mentiroso al incompetente es un error de bulto. Sin embargo, esa ha sido la pedrada más utilizada por los adversarios políticos y mediáticos de Zapatero para descalabrarle tras su paso por el programa 'Tengo una pregunta para usted'. Peor para ellos, porque la demagogia tiene el vuelo corto y solo sirve para tapar otras críticas más solventes sobre el pobre balance del encuentro televisado del presidente del Gobierno con cien ciudadanos.

 

Más allá del record de audiencia (más de 6 millones de espectadores) y el dictamen de las encuestas, mi modesta aportación se limita a levantar acta de que Zapatero no supo vencer la inercia del discurso oficial, que sirve para el Parlamento, la rueda de prensa o el mitin de partido, pero no para hablar con un ciudadano mirándole a la cara. No supo o no quiso. Tal vez no quiso, por miedo al compromiso, por falta de seguridad en sí mismo o por falta de costumbre. En esos supuestos, que doy por ciertos en este caso, el lenguaje político es un instrumento excelente para la práctica del camuflaje. Y, ay, para mantener la distancia de seguridad con el hombre de la calle. Es la clave de su deslucida actuación del lunes ante las cámaras sabiamente controladas por mi homónimo Antonio Casado.

 

Solo en su expresión corporal se detectó una real voluntad de acercamiento. Lo demás fue una oportunidad perdida de acortar la distancia gobernante-gobernado, un agujero real en la democracia española. Lo del precio del café en su primer paso por el programa (“ochenta céntimos, aproximadamente”) se repitió en esta segunda ocasión. Ante lo concreto, el presidente se refugiaba en el discurso prefabricado. Entonces se percibía en el rostro del preguntante como éste se iba desentendiendo de la respuesta, incluso después de haber utilizado el recurso de la repregunta que, según Lorenzo Milá, el moderador, los participantes utilizaron con eficacia. Ellos, sí, pero a Zapatero no le sirvió para ponerse al nivel de quien le preguntaba. Ni para responder a cuestiones tan concretas como el umbral de la existencia de un ser humano (le pudo el miedo a las urnas), los ingresos por exportación de armas (¿desconocimiento del dato o resistencia a enfrentarse a las propias contradicciones?), su mayor error (lo que quedó es que en esta legislatura, uy, no ha cometido ninguno) o la razón de que los famosos 400 euros de rebaja fiscal puedan afectar a un banquero y no a un parado.

 

“No se me vaya usted por las ramas”, se atrevió a decirle una de las participantes. En esa clave transcurrió el programa. Irse por la tangente: “Cuando una persona desvía el sentido de su discurso para no afrontar ciertos problemas o inconvenientes: porque no puede solucionarlos o no desea comprometerse”, leo en un manual sobre frases hechas de la lengua castellana.

 

Ni es nuevo ni afecta solo a Zapatero. En realidad afecta cada vez más al modelo. El mal es la impostura, propia del actor, propia del político. Ambos profesionales están obligados a escenificar, representar, actuar. Es decir, a desdoblarse, a ocultar su verdadera personalidad para adoptar la que conviene. Así logra el actor el acercamiento a su público. Y así logra el gobernante todo lo contrario.

No miente el entrenador que anuncia la victoria de su equipo y luego resulta goleado. Ni mintió el presidente del Gobierno cuando el 3 de julio de 2007 anunció en el Congreso el pleno empleo para la próxima legislatura. Tomar por mentiroso al incompetente es un error de bulto. Sin embargo, esa ha sido la pedrada más utilizada por los adversarios políticos y mediáticos de Zapatero para descalabrarle tras su paso por el programa 'Tengo una pregunta para usted'. Peor para ellos, porque la demagogia tiene el vuelo corto y solo sirve para tapar otras críticas más solventes sobre el pobre balance del encuentro televisado del presidente del Gobierno con cien ciudadanos.

TVE