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Algunas claves para orientarse en el 'Watergate' de Madrid
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Antonio Casado

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Algunas claves para orientarse en el 'Watergate' de Madrid

Empieza la fase más política de la crisis de los espías. Al dar luz verde a una comisión investigadora en la Asamblea de Madrid, Esperanza Aguirre

Empieza la fase más política de la crisis de los espías. Al dar luz verde a una comisión investigadora en la Asamblea de Madrid, Esperanza Aguirre toma la decisión que tocaba cuando el culebrón saltó a las páginas de El País. “O investigas tú o investigo yo” (a efectos políticos, se entiende, sin perjuicio de lo judicial, que sigue por otro camino), le dijo entonces Rajoy a la presidenta madrileña. ¿Ah, no? Pues adelante la comisión Cospedal. Y eso generó el consabido cabreo en el Gobierno de la Comunidad, donde contaban con un automático cierre de filas por parte de la nacional. La versión del relato es libre, pero les aseguro que responde a lo ocurrido.

Aguirre accede a crear la comisión de investigación en sede parlamentaria (hoy lo propondrá la Mesa de la Cámara, donde el PP tiene mayoría) y Rajoy suspende las tareas de la comisión de investigación abierta en Génova (de información, en realidad), bajo la presidencia de la secretaria general, Maria Dolores de Cospedal. Lógico y previsible. Pero, insisto, ahora es cuando vamos a ver la trastienda política del culebrón. Hacia fuera y hacia dentro.

Hacia fuera, porque los socialistas de Tomas Gómez esperan recoger las nueces del árbol vareado por El País. Y hacia dentro, porque sería un milagro que la propia dinámica de la comisión no pusiera al descubierto la sorda reyerta que, en el segundo escalón de poder, a la vera de Esperanza Aguirre -uno no sabe con qué grado de conocimiento por parte de ésta- libran sus dos personas de confianza: el vicepresidente, Ignacio González, y el consejero de Presidencia, Interior y Justicia, Francisco Granados.

Sin registrar datos como ese es muy difícil orientarse en el llamado Watergate de Madrid (tráfico de dossiers de nueva y vieja factura), donde la sucesión de Mariano Rajoy y la rivalidad Aguirre-Gallardón se cruzan con la lucha por el control de Caja Madrid. Y puestos a orientarse del todo, harían ustedes bien al creer a Esperanza Aguirre cuando dice “Yo no he espiado a nadie”. Ella no, pero otros sí. Y haría bien Esperanza Aguirre si fuese aún más allá, a fin de no cargar con culpas de terceros. Afirmando, por ejemplo, que en el fondo no está interesada en controlar Caja Madrid, ni en echar a Blesa, ni en contrariar a Aznar. Ella no, pero otros sí.

En todo caso, el culebrón empieza y termina en el entorno institucional y orgánico bajo control de la presidenta. Pleito de familia puro y duro, por muchos botes de humo y muchas pedradas contra el mensajero que se lancen. Aguirre no podía seguir esperando el paso de la tormenta. Aunque parte del daño ya está hecho, tenía que reaccionar ante la acusación de estar perjudicando a su partido y las peticiones de Rajoy, que en este caso coinciden con las del adversario político: investigación parlamentaria para depurar responsabilidades.

La disyuntiva de Aguirre era mala de todos modos. Así que entre lo malo -dar luz verde a la comisión- y lo peor -bloquearla- ha elegido lo malo. Es malo porque da cuartos al pregonero sobre el carajal del PP madrileño. Pero negarse hubiera sido peor por incongruencia con su pregonada voluntad de ser transparente (“No tengo nada que esconder”). E incoherente hubiera sido también no querer depurar responsabilidades políticas en la Asamblea cuando lo estaba haciendo su propio partido.

Empieza la fase más política de la crisis de los espías. Al dar luz verde a una comisión investigadora en la Asamblea de Madrid, Esperanza Aguirre toma la decisión que tocaba cuando el culebrón saltó a las páginas de El País. “O investigas tú o investigo yo” (a efectos políticos, se entiende, sin perjuicio de lo judicial, que sigue por otro camino), le dijo entonces Rajoy a la presidenta madrileña. ¿Ah, no? Pues adelante la comisión Cospedal. Y eso generó el consabido cabreo en el Gobierno de la Comunidad, donde contaban con un automático cierre de filas por parte de la nacional. La versión del relato es libre, pero les aseguro que responde a lo ocurrido.

Francisco Granados Ignacio González Manuel Cobo