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La trampa de Wyoming y la venganza de los 'titiriteros de la ceja'
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Antonio Casado

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La trampa de Wyoming y la venganza de los 'titiriteros de la ceja'

Cuando el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, mi amigo Fernando González Urbaneja, estaba a punto de ofrecer amparo corporativo a la becaria

Cuando el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, mi amigo Fernando González Urbaneja, estaba a punto de ofrecer amparo corporativo a la becaria humillada por Wyoming, según un vídeo filtrado al programa 'Más se perdió en Cuba' (Intereconomía), el propio Wyoming ('El Intermedio', La Sexta) desveló que todo había sido un montaje para dejar en ridículo a quienes ya se habían despachado a gusto contra el 'titiritero'. Así que González Urbaneja fue la víctima colateral de un nuevo episodio en la batalla por las audiencias.

Sin entrar en la guerra entre las cadenas de televisión, pero molesto por haberse sentido engañado -también él, aunque eso no entraba en los cálculos de Wyoming- el presidente de los periodistas ha tomado postura en el terreno de los principios. Como no podía ser de otro modo, ha reprobado con dureza el uso de la trampa y el engaño en el ejercicio de la profesión porque “revela desprecio e ignorancia de las reglas de este oficio”.

Amén. Son las generales de la ley. El recurso a estos métodos engañosos no puede defenderlo ni el presidente de los periodistas, por supuesto, ni nadie lo bastante íntegro como para tener a mano aún el manual de buenas prácticas. Pero me parece injusto que el rasgado de vestiduras se haga por cuenta de un programa-espectáculo que no es ni pretende ser un espacio informativo. Wyoming no es un periodista. Es un cómico. Y justamente da la medida de sus méritos profesionales en el cultivo de los recursos propios de un actor: la farsa, la parodia, la sobreactuación, la impostura, etc.

Es evidente que Wyoming hizo trampas al fabricar un señuelo para tender la celada. No es una buena práctica. Tampoco lo es relamerse por haber pillado en un renuncio al competidor sin tomarse la molestia de verificar la fuente (el filtrador era el propio Wyoming). Y para malas prácticas, todos esos programas en los que el insulto, la mentira, la manipulación y el verbo denigratorio hacia el discrepante son de uso común.

Asimetría argumental. O sea, ley del embudo. Eso supone descalificar a un cómico por urdir un montaje para vengarse de un medio de reconocida aversión a los 'titiriteros de la ceja' y hacer la vista gorda frente al obsceno amontonamiento de lo político y lo mediático (guerras de dossiers), el sectarismo en espacios presuntamente informativos (predicadores del alba) o el comercio de higadillos en los llamados programas del corazón (intimidades al peso).

Con la coartada de informar y formar criterio, ciertas tertulias televisadas nos vienen ofreciendo una aberrante mezcla de política, periodismo y espectáculo a mayor gloria de los índices de audiencia. Otra mala práctica. Pero tan habitual que ya nos parece normal, e incluso divertido, el empleo del insulto, el golpe bajo, la descalificación personal o la soflama partidista en boca de un periodista.

En cambio nos caemos del guindo con un payaso. Y a mucha honra, dirá él con toda razón. Porque el oficio del payaso es noble. Y difícil. Por tanto, meritorio. Hacernos reír. Casi nada. Y yo me he hartado de reír con la celada que Wyoming tendió a esta gente faltona de la llamada derecha sin complejos.

Cuando el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, mi amigo Fernando González Urbaneja, estaba a punto de ofrecer amparo corporativo a la becaria humillada por Wyoming, según un vídeo filtrado al programa 'Más se perdió en Cuba' (Intereconomía), el propio Wyoming ('El Intermedio', La Sexta) desveló que todo había sido un montaje para dejar en ridículo a quienes ya se habían despachado a gusto contra el 'titiritero'. Así que González Urbaneja fue la víctima colateral de un nuevo episodio en la batalla por las audiencias.

Gran Wyoming