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Nada que celebrar en el primer aniversario de la victoria electoral del PSOE
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Antonio Casado

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Nada que celebrar en el primer aniversario de la victoria electoral del PSOE

Los socialistas no celebraron ayer el primer aniversario de su segunda victoria electoral consecutiva. Lógico. Cautivos de la crisis económica, no tienen nada que celebrar. Puestos

Los socialistas no celebraron ayer el primer aniversario de su segunda victoria electoral consecutiva. Lógico. Cautivos de la crisis económica, no tienen nada que celebrar. Puestos a comparar la situación con la Legislatura anterior (2004-2008), saldrían perdiendo en todo lo cuantificable, como, por ejemplo, los números negros de la crisis, los que miden en las encuestas el grado de satisfacción de los ciudadanos o la actividad legislativa (la sequía es considerable). Y en todo lo opinable, el Gobierno de Rodríguez Zapatero, criatura natural de la última victoria electoral del PSOE, se llevaría una goleada de escándalo.

Un año marcado por la crisis económica. En su negrura se ahogó el optimismo incurable de Zapatero. Pasar de crecer casi al 3% a un crecimiento negativo del 0,7 (ya en fase de recesión), mientras el paro se disparaba hasta el 13,9 % (más de cinco puntos en los últimos doce meses), descoloca a cualquier Gobierno. Si además éste colabora mediante una errática gestión, ya están creadas las condiciones para trasladar a la opinión pública el síndrome del piloto borracho. Es decir, la sensación de que estamos navegando sin control en medio de la tormenta.

En lo estrictamente político, dos tramos diferenciados. Uno, el anterior a las elecciones vascas y gallegas del domingo 1 de marzo, caracterizado por el fin de la agitación permanente de un PP que en la anterior Legislatura se empeñó en coaligarse con Alcaraz (AVT), Rouco (Obispos) y los obscenos predicadores de la conjura zapaterista del 11-M. Frente a un PP renovado y menos agresivo que entonces, al PSOE no le costó demasiado encontrar compañeros de viaje para aprobar los Presupuestos y sobrevivir a una situación de mayoría relativa en el Congreso.

El otro tramo se acaba de inaugurar con el escrutinio de Galicia y el País Vasco. El balance electoral del 1 de marzo introduce una serie de novedades de incierto desenlace para lo que resta de Legislatura. Solo una de ellas es positiva para el Gobierno y, a mi juicio, también para el PP y para el conjunto de los españoles. Me refiero a la muy seria posibilidad de normalización democrática en el País Vasco con un lehendakari comprometido con la Constitución Española, el socialista Patxi López, después de un largo reinado nacionalista. Es lo único digno de ser celebrado por el PSOE en estos últimos doce meses. De hecho el propio Zapatero confesaba ayer a uno de sus periodistas de confianza que, amén de intentar salir de la crisis económica, su principal objetivo político hoy por hoy es consolidar el cambio en el País Vasco.

Varapalo electoral, por el contrario, en Galicia, donde las capas urbanas de la población, las más activas, las más emprendedoras, castigaron a los socialistas por la crisis económica y las malas compañías (nacionalistas del BNG y su gobierno paralelo en la Xunta). Sin embargo, la combinación del éxito vasco y el batacazo gallego es letal para la estabilidad parlamentaria del Gobierno central. Los escaños nacionalistas que hasta ahora venían completando las mayorías para ganar las votaciones en el Congreso han perdido sus respectivas motivaciones para seguir ejerciendo como costaleros de Zapatero.

Si a todo eso sumamos el fatalismo de una crisis económica con tendencia a empeorar, el Gobierno se enfrenta a un sombrío panorama, del que no deberíamos descartar las elecciones anticipadas o un gran pacto PSOE-PP para afrontar la crisis de forma conjunta. Si la luz del final del túnel no aparece a lo largo de los próximos doce meses, cuenten con ello: elecciones anticipadas o pacto.

Los socialistas no celebraron ayer el primer aniversario de su segunda victoria electoral consecutiva. Lógico. Cautivos de la crisis económica, no tienen nada que celebrar. Puestos a comparar la situación con la Legislatura anterior (2004-2008), saldrían perdiendo en todo lo cuantificable, como, por ejemplo, los números negros de la crisis, los que miden en las encuestas el grado de satisfacción de los ciudadanos o la actividad legislativa (la sequía es considerable). Y en todo lo opinable, el Gobierno de Rodríguez Zapatero, criatura natural de la última victoria electoral del PSOE, se llevaría una goleada de escándalo.