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La caza de Garzón y el bochornoso portazo a la comisión de espionaje
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Antonio Casado

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La caza de Garzón y el bochornoso portazo a la comisión de espionaje

“Cazador, cazado”, dice Federico Trillo (PP) sobre Baltasar Garzón, al que tanto admiró, cuidó, mimó y protegió de las recusaciones socialistas cuando el juez puso contra

“Cazador, cazado”, dice Federico Trillo (PP) sobre Baltasar Garzón, al que tanto admiró, cuidó, mimó y protegió de las recusaciones socialistas cuando el juez puso contra las cuerdas a Felipe González. Trillo y los suyos, que ahora van de caza contra Garzón cada día, celebran haberle pillado en un renuncio. Puede ser. El Consejo General del Poder Judicial estudia el caso de los 200.000 dólares de retribución no comunicada durante un permiso especial en Nueva York. El CGPJ ya había archivado el asunto pero le va a dar una vuelta más a instancias del Tribunal Supremo.

 

Por si, a efectos disciplinarios, el juez hubiera hecho algo reprobable. La mala fe parece descartada cuando la cantidad percibida ha sido declarada al Fisco español y al Fisco americano. Si hubo transparencia fiscal no tiene sentido deducir ocultación corporativa, al menos deliberada. Pero, en fin, puede ser. Quedamos atentos a la pantalla.

Conviene echar mano del sentido común. Por higiene mental en medio de un debate cada vez más contaminado de sectarismo. Aunque el gobierno de los jueces apreciase una falta grave en la conducta de Garzón (artículo 417 de la Ley del Poder Judicial), eso no detendría las causas judiciales abiertas por la llamada “Operación Gürtel”. Y tampoco serviría para convertir en “panfletos”, al gusto del consejero Güemes, los famosos partes de seguimiento elaborados en el espionaje cruzado entre altos cargos de la Comunidad de Madrid.

Poco democrático es el recurso a la real gana para sentenciar que los episodios de espionaje detectados en el entorno de Esperanza Aguirre se los ha inventado un periódico para desprestigiar al PP. Al menos, guardar las formas. O sea, esperar al dictamen de la comisión parlamentaria que, además, tampoco distará mucho de esa conclusión si tenemos en cuenta que el controlado (PP) ha venido funcionando como controlador (PP). Por no hablar del bochorno que produce el prematuro carpetazo sin escuchar a los espiados y después de que los controladores de sí mismos, en virtud de su mayoría parlamentaria, hayan puesto todo tipo de trabas a la tarea indagatoria de sus señorías.

No me consta que la dirección nacional del PP crea, como cree la dirección madrileña del PP, que no vale la pena seguir perdiendo el tiempo para hurgar en la trastienda del espionaje porque todo ha sido un invento de El País. Más bien, al contrario. Y cuando el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, o su concejal, Pedro Calvo, hablan de “desbarajuste” o de intentos de desviar la atención, para referirse a lo ocurrido en esa comisión, están interpretando el parecer de Rajoy, no el de Esperanza Aguirre, respecto a la necesidad de combatir las malas prácticas dentro de sus propias filas.

No es tan difícil de asumir que los esfuerzos por acabar con la corrupción en la vida pública son bienes gananciales de los dos partidos centrales del sistema. Por el bien del sistema, Zapatero y Rajoy deberían estar lejos en la legítima diferenciación política pero cerca contra la corrupción y las malas prácticas. Es algo indeseable que los dos grandes partidos políticos usen estos casos como pedradas de ida y vuelta, de unos contra otros, como si cada partido tuviera una cuenta particular abierta para ver cuál de los dos, el PSOE o el PP,  la tiene más cargada. A estas alturas de la película,  ya sabemos que la corrupción está cosida a la condición humana, no a unas u otras siglas, y se carga a la clase política en general. Esa cuenta la llevan los ciudadanos.

“Cazador, cazado”, dice Federico Trillo (PP) sobre Baltasar Garzón, al que tanto admiró, cuidó, mimó y protegió de las recusaciones socialistas cuando el juez puso contra las cuerdas a Felipe González. Trillo y los suyos, que ahora van de caza contra Garzón cada día, celebran haberle pillado en un renuncio. Puede ser. El Consejo General del Poder Judicial estudia el caso de los 200.000 dólares de retribución no comunicada durante un permiso especial en Nueva York. El CGPJ ya había archivado el asunto pero le va a dar una vuelta más a instancias del Tribunal Supremo.

Baltasar Garzón