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Las pensiones nunca serían el primero ni el único precursor del desastre
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Antonio Casado

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Las pensiones nunca serían el primero ni el único precursor del desastre

Españoles, la patria está en peligro, acudid a salvarla, tronó el alcalde de Móstoles cuando lo del tsunami gabacho. Ahora lo que podría reventar no es

Españoles, la patria está en peligro, acudid a salvarla, tronó el alcalde de Móstoles cuando lo del tsunami gabacho. Ahora lo que podría reventar no es la patria -a lo mejor también, si cunde lo de Sarkozy con los presidentes “poco inteligentes”-, sino las pensiones. Y el que grita no es Andrés Torrejón sino Miguel Ángel Fernández Ordóñez, el gobernador del Banco de España, sobre cuyo cuadro de mandos, al parecer, se ha encendido la alarma precursora de un posible déficit en el sistema de Seguridad Social endosable al ejercicio de 2009.

 

Se entiende el cabreo del ministro Corbacho y los dirigentes sindicales. El más explícito, Cándido Méndez (UGT). Reprocha a Ordóñez un exceso de “locuacidad”, “fanatismo ideológico” y “vanidad personal”. Puestos a ser excesivos tampoco se queda corto Méndez al glosar las polémicas palabras del gobernador, ayer en reñida competencia con el fiscal Conde Pumpido. Ambos están al frente de sendas instituciones para-gubernamentales y así respiran precisamente cuando Zapatero ha decretado el cierre de filas ¿Cabos sueltos del nuevo impulso?

No nos desviemos ¿Qué las pensiones están en peligro? Anda, y los salarios, y los depósitos bancarios, y los puestos de trabajo, y la cesta de la compra. Estamos metidos hasta el cuello en la crisis económica y, como todo el mundo sabe, el sistema de pensiones se nutre de las cotizaciones de trabajadores y empresarios. Por tanto, el enemigo de las pensiones es el paro. También el envejecimiento, claro, pero no por si sólo, y menos en esta España repoblada por los inmigrantes.

¿Entonces? Depende de cómo hagamos las cuentas y su  proyección a futuro. No hace falta ser un experto para descubrir que en la actual situación de la economía nacional los cotizantes tienden a ser cada vez menos, mientras que los pensionistas tienden a ser cada vez más. Es de sentido común. El colapso se produciría cuando el número de pensionistas superase al de cotizantes. De momento, ganan éstos por dos a uno, aproximadamente. Una relación bastante mejor que la de los años 90, cuando la alarma estuvo realmente justificada. Tampoco hace falta ser técnico comercial y economista del Estado, como el gobernador, para descubrir que si se retrasa la edad de jubilación también se retrasa el descenso en la cifra de cotizantes. Cuanto más tardía sea la jubilación, más ganará el sistema en solidez. Pongamos a los 75 años, señor gobernador, y se acabó el problema. Perdón por el sarcasmo. No tiene ninguna gracia pero sirve para reprobar su mal explicada sugerencia.

Salvo casos perfectamente localizados de morbosa recreación en los síntomas, como pretexto para practicar el tiro al blanco contra Zapatero, por lo general, no se puede ni se debe proyectar a futuro la negrura de las cifras que, aún sin haber tocado fondo, describen la mala situación económica por la que estamos pasando a escala nacional e internacional. Pero no hay mal que cien años dure.

Antes o después saldremos del agujero. Y si acaso prevalecen las hipótesis más pesimistas sobre el futuro de la economía nacional, la protección social -especialmente cuidada en España, como marca de la casa con un Gobierno socialista- no sería el primero ni el único precursor de la bancarrota. Quiero decir que si la crisis económica se lleva por delante las pensiones es que antes ya se ha llevado por delante muchas más cosas.

El futuro de las pensiones está sometido al consenso político y social en el llamado Pacto de Toledo. Si procede, en ese marco deben tratar PSOE y PP, además de sindicatos y empresarios, las advertencias del gobernador del Banco de España, antes de permitir que un asunto tan delicado -hablamos de las cosas de comer- se convierta en absurdo intercambio de pedradas para nuestro pobre debate político y mediático.

Españoles, la patria está en peligro, acudid a salvarla, tronó el alcalde de Móstoles cuando lo del tsunami gabacho. Ahora lo que podría reventar no es la patria -a lo mejor también, si cunde lo de Sarkozy con los presidentes “poco inteligentes”-, sino las pensiones. Y el que grita no es Andrés Torrejón sino Miguel Ángel Fernández Ordóñez, el gobernador del Banco de España, sobre cuyo cuadro de mandos, al parecer, se ha encendido la alarma precursora de un posible déficit en el sistema de Seguridad Social endosable al ejercicio de 2009.