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Sarkozy, en Madrid: un éxito de Zapatero cuando más falta le hace
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Antonio Casado

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Sarkozy, en Madrid: un éxito de Zapatero cuando más falta le hace

Anclaje europeo y buena vecindad. Dos elementos tradicionales de nuestra política exterior reforzados con la visita de Sarkozy, después de haber sido puestos en peligro por

Anclaje europeo y buena vecindad. Dos elementos tradicionales de nuestra política exterior reforzados con la visita de Sarkozy, después de haber sido puestos en peligro por Aznar (2000-2004) con el cuento de que así saldríamos del rincón de la historia. Si a eso unimos el excelente momento de las relaciones hispano-francesas y el alto grado de coincidencia de los dos Gobiernos en las grandes cuestiones internacionales (Kosovo y Turquía son discrepancias perfectamente acotadas), la visita de Estado y la cumbre bilateral van camino de convertirse en un éxito político de Rodríguez Zapatero.

 

Justo cuando más lo necesita el presidente del Gobierno español, económicamente acosado y políticamente débil, en vísperas de las elecciones europeas del 7 de junio. Lo cual no obsta para que el jefe del Estado francés, correligionario político de Mariano Rajoy, con el que además mantiene una buena relación personal, haya tenido ocasión de felicitar al líder del PP por su mejoría en los sondeos y por el reciente triunfo electoral en Galicia. Fue durante el encuentro de media hora que ambos mantuvieron ayer en el Palacio de El Pardo.

Al final de la entrevista del mandatario francés con Rajoy, Nicolás Sarkozy tuvo la deferencia de presentarle a su esposa. Lo menciono por no desentonar del protagonismo otorgado por los medios de comunicación españoles a Carla Bruni. No es mala señal. Al contrario, el desmedido interés suscitado por Carla Bruni en su primera visita oficial a España (en la primera visita oficial del presidente francés a nuestro país, en mayo de 2007, Sarkozy aún no se había casado con la cantante) supone que la fluidez de las relaciones entre los dos Gobiernos nos permite reparar en asuntos colaterales.

Digo asuntos colaterales y no menores. Como medir la temperatura del abrazo del Rey al presidente de la República francesa y compararla con el apretón de manos Sarkozy-Zapatero, repasar la lista de invitados de la “sociedad civil” en la cena de anoche en el Palacio Real o valorar el hecho de que la princesa Letizia repita o no repita modelo en su encuentro con Carla Bruni. Por cierto, ha repetido, lo que según los expertos y las expertas en este tipo de cuestiones, significa que quiere dar ejemplo de austeridad y además se niega a competir en elegancia con la ex modelo. Hace bien.

Hablar de estas cosas durante la visita de Sarkozy equivale a levantar acta del excelente momento de nuestras relaciones con Francia. El mejor de toda la historia, como ha reconocido el ministro galo de Asuntos Exteriores. Bernard Couchner, que ayer almorzó con su colega, Miguel Ángel Moratinos. Al almuerzo también asistieron los titulares de Interior, Rubalcaba y la ministra Alliot Marie, cuyo alto nivel de complicidad institucional se corresponde con un alto nivel de eficacia en la colaboración hispano-francesa contra el terrorismo de ETA. Nunca se lo habremos agradecido bastante al país vecino.

Entretanto, la expectación política se concentra en el discurso que el presidente Sarkozy pronunciará esta misma mañana en el Congreso de los Diputados. La crisis económica, el nuevo orden internacional presentido después de la elección de Obama y las reuniones del G-20, el futuro de la Unión Europea y el estado de las relaciones bilaterales hispano-francesas, con una interesante ampliación del trabajo policial conjunto contra el crimen organizado, son los asuntos del guión de Sarkozy en su discurso de hoy ante los parlamentarios españoles. Tomaremos nota.

Anclaje europeo y buena vecindad. Dos elementos tradicionales de nuestra política exterior reforzados con la visita de Sarkozy, después de haber sido puestos en peligro por Aznar (2000-2004) con el cuento de que así saldríamos del rincón de la historia. Si a eso unimos el excelente momento de las relaciones hispano-francesas y el alto grado de coincidencia de los dos Gobiernos en las grandes cuestiones internacionales (Kosovo y Turquía son discrepancias perfectamente acotadas), la visita de Estado y la cumbre bilateral van camino de convertirse en un éxito político de Rodríguez Zapatero.