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La reforma del aborto y la frágil posición del PP
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Antonio Casado

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La reforma del aborto y la frágil posición del PP

La nueva regulación del aborto, propuesta por el Gobierno y a punto de entrar en el telar parlamentario, ha irrumpido en el mercado electoral. Estuvo presente

La nueva regulación del aborto, propuesta por el Gobierno y a punto de entrar en el telar parlamentario, ha irrumpido en el mercado electoral. Estuvo presente en las deposiciones electoralistas del fin de semana. Tanto Zapatero como Rajoy la incluyeron en sus argumentarios porque el asunto mueve votos. La cuestión es saber si son más los que gana el PSOE al proponer la reforma que los que gana el PP al oponerse. En todo caso, es su apuesta respectiva.  En eso consiste la política, en apostar. Luego se gana o se pierde, en función del acierto o el desacierto a la hora de sintonizar con el ciudadano de la calle.

 

Ya se verá si hay una mayoría social partidaria de reformar la vigente ley del Aborto (1985), como muchos creemos, o si la mayoría está de parte de quienes quieren dejar las cosas como están. De momento, según se ha planteado la confrontación, corre un enorme riesgo el PP al aparecer cosido a las posiciones de la Iglesia Católica, que son de naturaleza religiosa, mientras que un partido se mueve en el ámbito de lo civil.

 

Como estrategia para ganarse al electorado católico, me parece excesiva la identificación argumental con la campaña de los obispos y grupos afines (con el lince hemos topado). A la vista de la distancia marcada en las manifestaciones del pasado 29 de marzo, Génova parecía haber escarmentado de los errores cometidos en la Legislatura pasada (Rouco como compañero de viaje). Seguramente fue un espejismo. O bien estamos asistiendo a una rectificación. La demagogia aplicada a las cuestiones de fe tiende a distorsionar las reglas de la convivencia civil. Y el PP vuelve a caer en la trampa.

 

O tal vez sea que la demagogia de los obispos es tan potente que se acaba comiendo el débil argumentario ‘civil’ del PP contra la reforma propuesta por Moncloa (Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y Salud Sexual y Reproductiva). A saber: innecesaria, oportunista, ausente del programa electoral del PSOE y contraria a la Constitución. Ninguna de estas objeciones toca ni de lejos el nudo del proyecto de ley: reforzar la seguridad jurídica de las mujeres y los profesionales de la Medicina que intervienen en un aborto voluntario, eliminando las ambigüedades de la normativa vigente.

 

Ese es el nudo de la reforma. Y no digo el fondo de la cuestión, que es el derecho a la vida, porque ya está solventado en la ley vigente y en dos sentencias del Tribunal Constitucional (abril de 1985 y junio de 1999), aunque sí forma parte nuclear del argumentario religioso. No del civil. Pero como aquél se come a éste, Mariano Rajoy se va por los cerros de Úbeda cuando trata de motivar su decisión de recurrir al alto tribunal

 

¿Y cuáles son los supuestos de inconstitucionalidad que alegará el PP en su recurso, si no es el derecho a la vida ni la desprotección jurídica del no nacido (insisto, ya solventados por el TC)? Rajoy dice que piensa recurrir la reforma por “inmoral” e “inaceptable”. Premio a quienes encuentren en la Constitución Española los artículos que fijan la noción de lo “moral” y lo “aceptable”.

 

Son muchas las pruebas de la fragilidad del discurso del PP para salir al paso de este órdago de los socialistas. Pero la palma se la ha llevado Rajoy este fin de semana cuando, en medio de una viva polémica sobre los plazos, los distintos supuestos, los comités médicos, la autonomía de la mujer, la capacidad de decidir a los 16 años, etc., sostuvo que el modo de arreglar el problema de las mujeres ante un embarazo indeseado es dispensarles “ayuda, afecto y cariño”.

La nueva regulación del aborto, propuesta por el Gobierno y a punto de entrar en el telar parlamentario, ha irrumpido en el mercado electoral. Estuvo presente en las deposiciones electoralistas del fin de semana. Tanto Zapatero como Rajoy la incluyeron en sus argumentarios porque el asunto mueve votos. La cuestión es saber si son más los que gana el PSOE al proponer la reforma que los que gana el PP al oponerse. En todo caso, es su apuesta respectiva.  En eso consiste la política, en apostar. Luego se gana o se pierde, en función del acierto o el desacierto a la hora de sintonizar con el ciudadano de la calle.