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El juego de los despropósitos en el inicio de la campaña electoral
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Antonio Casado

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El juego de los despropósitos en el inicio de la campaña electoral

Ecos del primer fin de semana electoral, que hacen recomendable la evasión a la buena gente de este país. La evasión o el exilio temporal, mientras

Ecos del primer fin de semana electoral, que hacen recomendable la evasión a la buena gente de este país. La evasión o el exilio temporal, mientras dure la tortura. Palabrería hueca, lugares comunes, impostura, llama sin fuego, discursos de cartón piedra. Sin embargo, todos pasan por el aro. Nadie deja de cumplir con una liturgia obsoleta que ahuyenta a los ciudadanos y secuestra los medios de comunicación durante las dos semanas de la campaña. Ahora tocan europeas pero los candidatos no se despegan de la miseria provinciana que agita nuestro pobre debate político nacional. Al fondo, la lucha por la Moncloa. También en esta ocasión. O con más motivo en esta ocasión, marcada por la crisis económica y la debilidad política del titular. El aspirante aprovecharía para declamar el “Váyase, señor Zapatero” si se confirma la previsible derrota socialista. Y el titular, para sobrevivir, si logra vencer a las encuestas con sus acrobáticas propuestas contra la crisis económica.

 

Cada loco con su tema. Y cada partido, con su cruz. Los despropósitos brotan en los climas electorales como los hongos después de la lluvia. Tres ejemplos de la más rabiosa actualidad. El primero, Zapatero anuncia en Sevilla que Andalucía será el kilómetro cero del viaje hacia el nuevo modelo de economía sostenible. El segundo, Rajoy se retrata en Alicante junto a Francisco Camps y Federico Trillo (Carlos Fabra no salió en la foto porque estaba de viaje) para que rabien los inquisidores del siglo XXI. Y el tercero, el Tribunal Constitucional no ve base probatoria para impedir que los amigos de ETA vuelvan a unas elecciones europeas diez años después.

 

Despropósito número uno: Zapatero sigue practicando la pirotecnia verbal en la gestión de la crisis económica. Su escasa capacidad de maniobra para sacarnos del agujero mientras el impulso no venga de fuera no debería camuflarse en juegos de palabras que han tenido tan malos precedentes.

 

Despropósito número dos: Rajoy une su suerte a dos dirigentes de su partido cuya imagen aparece machacada en los medios de comunicación y, salvo que dichos medios sean “putas de carretera al servicio de la estrategia totalitaria de Rodríguez”, como dice Federico Quevedo, creo que el líder del PP no ha modulado correctamente su propósito de arropar a  Camps (la sombra del cohecho, o de la mentira) y a Trillo (mirada huidiza frente a la dignidad herida de la familia militar).

 

El despropósito número tres de este primer tramo de la campaña electoral para las europeas es esa inesperada sentencia del Tribunal Constitucional que ampara el derecho de II (Iniciativa Internacionalista) a participar en las elecciones del 7 de junio. A diferencia del Tribunal Supremo, el TC no considera probadas sus relaciones con partidos previamente ilegalizados por sus vinculaciones a ETA. Quienes sí se han reconocido inmediatamente en esas relaciones han sido los propios líderes de los partidos previamente ilegalizados. Les ha faltado tiempo para pedir a su gente que vote a la opción respaldada por el TC.

 

En esta sentencia del TC el derecho a la legítima defensa del Estado frente al brazo político del terrorismo, que el alto tribunal no ha visto suficientemente acreditado, ha cedido frente al superior derecho fundamental de los ciudadanos a participar en la vida política, a elegir y a ser elegidos. Bien. Se respeta y se acata. Pero también se levanta acta de que rompe los esquemas de muchos ciudadanos. Sobre todo cuando los beneficiarios de la sentencia, los amigos de ETA, se refieren a ella como un brote verde de la Democracia española. Esa misma que ellos quieren destruir por las buenas o por las malas.

Ecos del primer fin de semana electoral, que hacen recomendable la evasión a la buena gente de este país. La evasión o el exilio temporal, mientras dure la tortura. Palabrería hueca, lugares comunes, impostura, llama sin fuego, discursos de cartón piedra. Sin embargo, todos pasan por el aro. Nadie deja de cumplir con una liturgia obsoleta que ahuyenta a los ciudadanos y secuestra los medios de comunicación durante las dos semanas de la campaña. Ahora tocan europeas pero los candidatos no se despegan de la miseria provinciana que agita nuestro pobre debate político nacional. Al fondo, la lucha por la Moncloa. También en esta ocasión. O con más motivo en esta ocasión, marcada por la crisis económica y la debilidad política del titular. El aspirante aprovecharía para declamar el “Váyase, señor Zapatero” si se confirma la previsible derrota socialista. Y el titular, para sobrevivir, si logra vencer a las encuestas con sus acrobáticas propuestas contra la crisis económica.

Mariano Rajoy Francisco Camps