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Comparaciones odiosas entre el aborto y la pederastia en el clero
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Antonio Casado

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Comparaciones odiosas entre el aborto y la pederastia en el clero

Como faro moral de almas extraviadas el cardenal prefecto de la Congregación por el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Antonio Cañizares,  ha demostrado

Como faro moral de almas extraviadas el cardenal prefecto de la Congregación por el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Antonio Cañizares,  ha demostrado ser un elemento francamente tóxico. Tan mayor y tan necio. Por mucha púrpura que arrastre a su paso.

 

De momento, a los socialistas abonados a la “cultura de la muerte” se las ha puesto como a Felipe II. Han entrado al remate con todo. Lógico. Están en campaña electoral. Así que un minuto después de que monseñor Cañizares se metiera en el charco de comparar el aborto con la pederastia de la clerecía, la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, ya se había procurado un canutazo urgente para calificar esas declaraciones como “irresponsables” e “inoportunas”.

Si la barbaridad de Cañizares tapa la de Aído (la biología y la biografía, ¿se acuerdan?), y además deja en segundo plano el Falcon de Zapatero, la gripe castrense de Chacón o la pasión familiar de Chaves, se entiende que los equipos electorales del PSOE hayan celebrado la deposición del cardenal ante las cámaras de TV-3. Recordemos: después de pedir perdón por los abusos a menores cometidos en las escuelas irlandesas (enésimo episodio de pederastia en el clero), el ex arzobispo de Toledo ha añadido que, de todos modos, dichos abusos “son menos graves que los millones de vidas destruidos por el aborto”.

El insigne sucesor del cardenal Cisneros -sólo en la primacía episcopal de la sede toledana, por suerte- no parece haber interiorizado aún la doctrina de Ratzinger sobre el relativismo moral. Lo odioso es la comparación. Diga usted si prefiere a un violador de niños o a una mujer que interrumpe un embarazo no deseado. ¡Qué barbaridad! Pero a Cañizares no se le ha movido un músculo al proponer el cotejo de dos conductas de imposible parangón. Aún así, corre el riesgo de que la gente le haga caso y acabe comparando. Si lo hace llegará a conclusiones nada airosas para el buen nombre de la Iglesia Católica.

Si se trataba de reprobar de nuevo los planes del Gobierno en la reforma del aborto, mal camino eligió esta vez Cañizares para denunciarlo como violación del derecho a la vida ¿Aunque luego fuera una vida moralmente arruinada por un cura lascivo? Odiosa comparación, pero comparación inducida por el propio cardenal al parangonar la gravedad de la conducta del cura pederasta con la de la mujer que interrumpe un embarazo.

Con el debido respeto a quienes califican el aborto de “asesinato”,  mientras se suman a la cruzada en defensa de la vida, suponiendo que quienes defendemos la regulación civil del aborto abrazamos la “cultura de la muerte”,  su apuesta es poco creíble si no se corresponde con una firmeza similar a la hora de defender la vida en las hambrunas de África o en las guerras decididas en el cómodo despacho de un gendarme del mundo.

Con el debido respeto, insisto, para quienes se reclaman de las enseñanzas morales de la Iglesia católica o las soflamas de la derecha sin complejos, me limito a constatar que a unos y otros nunca les vimos emplearse tan a fondo en la defensa del nacido como en la del no nacido. Y los nacidos, oiga, también son hijos de Dios, aunque hayan nacido en Gaza, en el Congo, en Irak. O en Irlanda –y en tantos otros sitios-, donde ya creciditos, tuvieron la mala suerte de tropezar con unos desalmados con sotana, que les causaron daños no reparables con retóricas peticiones de perdón como la expresada ayer por monseñor Cañizares.

Como faro moral de almas extraviadas el cardenal prefecto de la Congregación por el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Antonio Cañizares,  ha demostrado ser un elemento francamente tóxico. Tan mayor y tan necio. Por mucha púrpura que arrastre a su paso.

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