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La subida de impuestos desplaza al paro en el debate Zapatero-Rajoy
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Antonio Casado

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La subida de impuestos desplaza al paro en el debate Zapatero-Rajoy

Todo hace pensar que el Gobierno retrasó la publicación de las nuevas previsiones económicas y la subida de impuestos por razones electorales. Parece de manual ¿Se

Todo hace pensar que el Gobierno retrasó la publicación de las nuevas previsiones económicas y la subida de impuestos por razones electorales. Parece de manual ¿Se imaginan a Zapatero anunciando en vísperas de las europeas que había decidido cargar el precio del tabaco y la gasolina con una nueva subida del impuesto? Claro, que tampoco me imagino a González o a Aznar, ni a Rajoy, si ya estuviera en Moncloa, haciendo algo distinto a lo que hizo Zapatero. En la práctica de la supervivencia en el poder, los interesados siempre funcionan así.

 

¿Es eso mentir, como dice Mariano Rajoy? No. Es retrasar el conocimiento de la verdad. Casi peor, por la cara de idiotas que se nos queda. O recurrir al camuflaje semántico,  una de las dos herramientas preferidas por Zapatero para llevar a la ciudadanía la impresión de que realmente está pilotando la lucha contra la crisis económica. La última perla nos la ofreció el viernes, tras el Consejo de Ministros, cuando por vicepresidenta interpuesta nos vino a decir que la subida de impuestos en el tabaco, la gasolina y el alcohol (los llamados impuestos especiales) se hacía por razones ecológicas.

Decía que el camuflaje semántico es una de las dos herramientas favoritas de Rodríguez Zapatero para mitigar el síndrome del piloto borracho que padecen los ciudadanos cuando comentan la negrura de la situación económica. La otra es su proverbial optimismo. La volvió a utilizar ayer, en la habitual sesión parlamentaria de control al Gobierno: “Lo más duro de la crisis ha pasado ya”.

Se refiere a que la caída del crecimiento en 2010 (- 0,3 %)  no será tan brusca como en el corriente 2009 (- 3,6 %), según el cuadro de previsiones oficiales después de la enésima rectificación, la del último Consejo de Ministros. Lo malo es que ya son muchas rectificaciones y eso significa desgaste en la credibilidad del mensaje y del mensajero.

Muy atrás queda ya el clarinazo del entonces vicepresidente Solbes cuando advirtió de que en la chistera ya no había más conejos. Sin embargo, con el consabido relevo al frente del Ministerio de Economía, desde entonces no hemos parado de movilizar cantidades masivas de dinero de todos sin que nadie explique cómo se va a financiar ese descomunal déficit público del 9,2. % ya cantado para el presente año de 2009. Así que lo de la subida de impuestos especiales, que ayer centró el cruce parlamentario de los miércoles entre Zapatero y Rajoy, no es más que una muestra insignificante de lo que le espera a la clase media de este país.

Peor que las subidas de impuestos que nos esperan cuando antes o después se declare la guerra al déficit público, sigue siendo el desempleo, aunque ayer quedó desplazado como heraldo del malestar social. Más de cuatro millones de españoles activos (“¡hacia los cinco millones¡”, que diría en declaración exclamativa el ex ministro Montoro), de los que más de un tercio ya no perciben ningún tipo de prestación.

Son los números de la crisis. Apenas sirven para recrearnos en la morbosa descripción de los síntomas o en el tiro al blanco contra el Gobierno y, en particular, contra el presidente Zapatero. Con la inestimable colaboración de éste. Pero el diagnóstico no cambia. Las coordenadas siguen siendo las mismas. Lo que se le pueda ocurrir a Zapatero, o a cualquier otro presidente que ocupase ahora la Moncloa, es como dedicarse a tapar hoyos a puñados de arena en el desierto. O como orinar en las cataratas del Niágara.

Todo hace pensar que el Gobierno retrasó la publicación de las nuevas previsiones económicas y la subida de impuestos por razones electorales. Parece de manual ¿Se imaginan a Zapatero anunciando en vísperas de las europeas que había decidido cargar el precio del tabaco y la gasolina con una nueva subida del impuesto? Claro, que tampoco me imagino a González o a Aznar, ni a Rajoy, si ya estuviera en Moncloa, haciendo algo distinto a lo que hizo Zapatero. En la práctica de la supervivencia en el poder, los interesados siempre funcionan así.