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El coraje de la viuda y la firmeza del lehendakari
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Antonio Casado

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El coraje de la viuda y la firmeza del lehendakari

Lo de Paquita y lo de López. Por ese orden. Porque en esta ocasión la sociedad, la magullada sociedad vasca, fue un paso por delante de

Lo de Paquita y lo de López. Por ese orden. Porque en esta ocasión la sociedad, la magullada sociedad vasca, fue un paso por delante de los políticos y sus lugares comunes. En esta ocasión se acortó la distancia. Entre la valerosa dignidad de Francisca Hernández, la viuda del policía asesinado el viernes pasado por ETA, Eduardo Puelles, y el enérgico discurso de un lehendakari que fue creíble por primera vez en 30 años.

 

No es la primera vez que una víctima del terrorismo nos da una lección de dignidad. Recordemos a la familia de Miguel Ángel Blanco, a la del profesor Tomás y Valiente, a Eduardo Madina (felizmente vivo y con una enorme proyección). O, más recientemente, a Sandra, la hija del ex concejal socialista de Mondragón, Isaías Carrasco (marzo 2008). Pero sí es la primera vez que un lehendakari deja muy claro que está de parte de los que mueren (“uno de los nuestros”) y que los que matan se han quedado sólo para ser carne de presidio: “Si ellos nos enseñan el camino del dolor, nosotros les enseñaremos el camino de la cárcel”.

Mire usted por donde, los terroristas también nos han enseñado el camino de la unidad. A su pesar. Este fin de semana ETA hizo el milagro de la unidad sin esfuerzo de todos los demócratas y el reencuentro de Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, después de la autodestructiva Legislatura pasada. Unidad política, y también policial, expresada en esa luminosa imagen del féretro a hombros de policías nacionales, ertzainas y guardias civiles. Unidad representada por el lehendakari Patxi López y su contundente discurso: “Se acabó la impunidad y la arrogancia de los del otro lado de la capucha”. Terrible. Es tanto como reconocer que hasta ahora la impunidad y la arrogancia formaban parte del paisaje vasco.

Impresionante el testimonio de la viuda. Coraje, pasión, emoción, sentimiento, en el sencillo desahogo de Paquita, pero también había una carga de razón y de sentido común que se habrá hecho insoportable para más de un gobernante o dirigente político. Qué lección para quienes en el País Vasco todavía tropiezan con dificultades expresivas cuando se trata de desagregar el asesinato de la política. No solo expresivas. En vísperas del asesinato de Puelles, Arnaldo Otegui, cabeza visible de ese mundo nacionalista identificado con las aspiraciones políticas de la banda terrorista, declaraba por enésima vez que ETA nunca podrá ser derrotada policialmente mientras persista el “conflicto” causante de la existencia de ETA. Y entretanto, sufrimiento para todos, anuncia -¡vaya novedad!- Alfonso Sastre, el número uno de la reciente lista europea de los amigos de Eta, por cierto, tan repudiada en las urnas como en las comisarías policiales.

De todos modos, no es lo mismo el auspicio de la derrota policial en boca de un gobernante, o un político, que en boca de la viuda de un policía asesinado. Su valiente desahogo verbal del sábado, junto a sus hijos y ante las 50.000 personas que se manifestaron por el centro de Bilbao, nos puso un nudo en el pecho. Pero las lágrimas no pudieron anegar la lucidez de sus palabras: “Lo único que han conseguido es dejar dos huérfanos y una viuda. No van a conseguir nada más porque hay, gracias a Dios, mucha más gente como mi marido, ¡mucha! Y no van  poder con ellos ¡Cada día van a salir más y más!”.

De momento, el ministro del Interior debería enmarcar estas emocionantes pero verdaderas palabras y colocarlas en todos los edificios oficiales. Recogen con absoluta fidelidad, en una metáfora perfecta, la operación de legítima defensa en la que está embarcado el Estado frente al absurdo desafío del absurdo fascismo provinciano que denuncia con tanta sencillez la esposa del enésimo servidor público asesinado en nombre de Euskadi.

Pero Euskadi ha dicho basta. Hace mucho tiempo que la gente honrada y decente de Euskadi (“Aquí se puede vivir muy bien porque hay mucha gente muy decente y muy honrada”, decía Paquita) le ha dicho no a ETA. Se lo ha vuelto a decir en una multitudinaria expresión de protesta por el último asesinato de la banda: “ETA, no, por la libertad”.

Lo de Paquita y lo de López. Por ese orden. Porque en esta ocasión la sociedad, la magullada sociedad vasca, fue un paso por delante de los políticos y sus lugares comunes. En esta ocasión se acortó la distancia. Entre la valerosa dignidad de Francisca Hernández, la viuda del policía asesinado el viernes pasado por ETA, Eduardo Puelles, y el enérgico discurso de un lehendakari que fue creíble por primera vez en 30 años.

Patxi López