Es noticia
Libre albedrío de la duquesa de Alba con funcionario calculador
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

Libre albedrío de la duquesa de Alba con funcionario calculador

A las puertas, unas doscientas personas, entre curiosos y periodistas, mitad y mitad. En el interior, entre treinta y cuarenta invitados, que comieron tortilla española después

A las puertas, unas doscientas personas, entre curiosos y periodistas, mitad y mitad. En el interior, entre treinta y cuarenta invitados, que comieron tortilla española después de seguir en directo la ceremonia nupcial oficiada por el padre Ignacio Jiménez según los protocolos de la Santa Madre Iglesia. Y para la historia, algunas imágenes solanescas pero compensadas por el rosa pálido del vestido de la novia, que a punto estuvo de desencuadernarse al son de unas sevillanas.

Los esposos se prometieron amor eterno pero ni harto de vino me creo el soplo del amor de este tercer matrimonio de la duquesa de Alba... No, al menos, en el sentido habitual y universalmente aplicado a la atracción hombre-mujer regulada desde siempre por las leyes de la naturaleza. ¿O es que podemos aplicar otros sentidos, como el amor paterno-filial, el amor entre hermanos o el amor entre amigos?

Solo nos queda apuntarnos a la hipótesis de una generosa, individualizada y consciente contribución de Díez a la efectiva aplicación de la Ley de Dependencia promovida con desigual fortuna por el Gobierno Zapatero

Esas leyes han sido violadas en el repicadísimo enlace matrimonial de ayer en el sevillano palacio de las Dueñas. De forma incruenta, eso sí. Sin hacer daño a nadie, si aparcamos el bochorno de los hijos de la duquesa (unos lo disimulan mejor y otros peor) y la vergüenza ajena de los pares de doña Cayetana Fitz-James, la más grande de España en el Guinness de la aristocracia.

Una anciana de 85 años con evidentes problemas de movilidad que se casa con un inexpresivo funcionario de 60. Si no hay soplo amoroso y si el tal Alfonso Díez jura su desapego por la fortuna y los títulos de la duquesa, solo nos queda apuntarnos a la hipótesis de una generosa, individualizada y consciente contribución de Díez a la efectiva aplicación de la Ley de Dependencia promovida con desigual fortuna por el Gobierno Zapatero.

Si la querida esposa de Díez le sale posesiva nunca será en el molesto débito conyugal (obligación propia de la relación matrimonial, que impone a cada uno de los cónyuges una prestación de tipo carnal con una periodicidad a convenir). Las leyes de la naturaleza se pueden forzar pero no tanto. Así que será en otros terrenos ajenos al derecho de familia. Por ejemplo, las prestaciones debidas a una persona discapacitada.

Dejemos la retribución, o las compensaciones, a la imaginación de cada cual. O al cálculo previo de don Alfonso, duque de Alba consorte desde hace unas horas. Porque si algo claro nos deja el espectáculo de ayer en Sevilla (Berlanga hubiera alquilado un balcón) es que acaba de consumarse un extraño maridaje entre el libre albedrío de la duquesa y la pillería de un funcionario calculador.

A las puertas, unas doscientas personas, entre curiosos y periodistas, mitad y mitad. En el interior, entre treinta y cuarenta invitados, que comieron tortilla española después de seguir en directo la ceremonia nupcial oficiada por el padre Ignacio Jiménez según los protocolos de la Santa Madre Iglesia. Y para la historia, algunas imágenes solanescas pero compensadas por el rosa pálido del vestido de la novia, que a punto estuvo de desencuadernarse al son de unas sevillanas.