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Un extraño complot y el sí de Zapatero al escudo antimisiles
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Antonio Casado

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Un extraño complot y el sí de Zapatero al escudo antimisiles

Según el FBI, repicado en los medios de comunicación por el fiscal general de los Estados Unidos, Eric Holder, el Gobierno de Irán conspiraba en la

Según el FBI, repicado en los medios de comunicación por el fiscal general de los Estados Unidos, Eric Holder, el Gobierno de Irán conspiraba en la sombra para asesinar al embajador saudí en Washington. El alambicado relato de la conspiración tiene todos los ingredientes para convertirse en una película de intriga. Ya le hubiera gustado pillar la historia a Costa Gavras en su tiempo. Nos queda Tarantino, Michel Moore y, en el mejor de los casos, nuestro Santiago Segura y su brazo tonto de la ley.

Cómo será la cosa que hasta el propio director del FBI, Robert Mueller, reconoció públicamente el martes pasado que los detalles parecen sacados de un guión de Hollywood. Tal vez fue una forma de explicar a los periodistas que si él se pusiera en el lugar del Gobierno iraní también hubiera firmado su declaración oficial negando el complot: “Es una fabricación propia de Estados Unidos, algo que ya ha hecho otras veces”.

También es mala suerte que el principal conspirador, un ciudadano norteamericano de origen iraní ya detenido, el tal Mansur Arbabsiar,  tope con un soplón. Concretamente, un agente de la DEA travestido de narcotraficante mexicano cuando aquel buscaba mano de obra para cargarse al embajador de Arabia Saudí y poner bombas en las Embajadas de este país y de Israel en Washington y Buenos Aires.

Ahora los malos son Irán y Corea del Norte. Lo que toca es hacer creíbles las nuevas amenazas

La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, ya ha puesto en circulación el consabido producto político: “El complot significa que Irán ha pisado la línea roja como patrocinador del terrorismo”. Añadió que desde junio se ha puesto en contacto telefónico con varios líderes internacionales para informarles. Se supone que también a Zapatero,  en vísperas de decidir la integración de España en un escudo antimisiles destinado a protegernos de Irán. ¿Será el relato de esta conspiración abortada lo que acabó de convencer a Zapatero y Rajoy?

No se sabe. Pero estas historias de conspiraciones, verdaderas o falsas, ayudan a crear climas de opinión. También sabemos que la guerra contra el terrorismo islámico desencadenada en la primera década del siglo XXI contra Afganistán ya ha costado cientos de  millones de dólares y miles de muertos. Muchos muertos más, por supuesto, que los de las Torres Gemelas. Al comenzar la segunda década del nuevo siglo, va tomando cuerpo la sospecha de que se está preparando el terreno para justificar eventuales aventuras bélicas contra los estados gamberros, mientras se va consumando la evacuación de Afganistán e Irak.

Ahora los malos son Irán y Corea del Norte. Lo que toca es hacer creíbles las nuevas amenazas. El relato de la conspiración desarticulada cumple esa función, aunque, por el bien de todos, espero que no haga falta una nueva guerra para hacer verosímiles esas amenazas. Moscas a cañonazos otra vez, no, por favor.

Según el FBI, repicado en los medios de comunicación por el fiscal general de los Estados Unidos, Eric Holder, el Gobierno de Irán conspiraba en la sombra para asesinar al embajador saudí en Washington. El alambicado relato de la conspiración tiene todos los ingredientes para convertirse en una película de intriga. Ya le hubiera gustado pillar la historia a Costa Gavras en su tiempo. Nos queda Tarantino, Michel Moore y, en el mejor de los casos, nuestro Santiago Segura y su brazo tonto de la ley.