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El adiós a las armas de ETA descoloca a unos cuantos
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Antonio Casado

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El adiós a las armas de ETA descoloca a unos cuantos

Elocuente coincidencia ante el anunciado adiós a las armas de ETA. Sólo los independentistas, que este fin de semana sacaron pecho por las calles de Bilbao,

Elocuente coincidencia ante el anunciado adiós a las armas de ETA. Sólo los independentistas, que este fin de semana sacaron pecho por las calles de Bilbao, y nuestro tea party de cercanías, gracias al cual Mariano Rajoy va de líder moderado, creen que el terrorismo sale ganando. Como si unos y otros lo estuvieran deseando. Lógico en un caso, absurdo en el otro.

Los demás, en saludable consenso mediático y político, entienden que ETA ha sido derrotada por el Estado de Derecho, que no hay vuelta atrás y que los terroristas no tenían otra salida. Necesitaron montar una quedada “internacional” en San Sebastián para disfrazar su derrota con un gesto de filantropía. Bienvenida sea la comedia de Ayete si el resultado era el cese el fuego definitivo e incondicional de la violencia (hay “llamamientos”, no exigencias) sin haber recibido concesiones políticas. Pongamos por testigo al líder del PP.

Como escribí en cierta ocasión, ETA nos retrata a todos. Lo vuelve a hacer en su presunto tramo final. Con una diferencia: esta vez la inmensa mayoría está de enhorabuena. Con la prudencia que hace al caso, por supuesto. Sólo unos cuantos descolocados, los que necesitan reconocerse como guardianes únicos de la Democracia, el Estado de Derecho y la Patria única e indivisible, sostienen que seguimos en las mismas.

Algunos se alarman, y nos invitan a que nos alarmemos, por un eventual avance del segregacionismo vasco. Hablan de “marea independentista” como el gran pero de un júbilo que consideran injustificado ¿Sería mejor seguir viendo a los seguidores de Batasuna como proscritos del juego democrático al coste de un coche bomba de vez en cuando? Prefiero que den la cara en las urnas y se guarden sus pistolas. Me asustan los tiros en la nunca, no las reivindicaciones nacionalistas libremente expresadas en el democrático juego de mayorías y minorías.

Quienes celebramos el presunto adiós a las armas podemos estar pecando de voluntarismo frente a quienes dicen que la banda nos engaña una vez más y, de paso, acusan al Gobierno, al PSOE y al PP de estar ayudando a los terroristas a conseguir por las buenas lo que no consiguieron por las malas. Vale. Quizás Zapatero, Rubalcaba, Rajoy, Basagoiti y Urkullu están cometiendo un pecado de ingenuidad. Condición necesaria para descartarlo es que las armas callen para siempre. Así lo creen los demócratas hablando en un maravilloso plural. Por eso hemos de saludar las lágrimas de Rubalcaba y el toque de Rajoy a su derecha furiosa (“Es el momento de tener grandeza”).

Asimismo, que ETA vuelva a las andadas es condición necesaria para confirmar los recelos de quienes desconfían del “cese definitivo” de la violencia armada. Y por eso me resultan aberrantes sus esfuerzos por demostrar que tienen razón. Aberrantes, sí. Como hablar de claudicación, de traición a las víctimas, de adhesión a la hoja de ruta de los terroristas o de pacto inconfesable para impedir el triunfo del PP en las urnas. Cuántas barbaridades.

Elocuente coincidencia ante el anunciado adiós a las armas de ETA. Sólo los independentistas, que este fin de semana sacaron pecho por las calles de Bilbao, y nuestro tea party de cercanías, gracias al cual Mariano Rajoy va de líder moderado, creen que el terrorismo sale ganando. Como si unos y otros lo estuvieran deseando. Lógico en un caso, absurdo en el otro.