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Desahogos: Zapatero y España, Rajoy y la huelga general
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Antonio Casado

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Desahogos: Zapatero y España, Rajoy y la huelga general

Los micrófonos chivatos, como versión furtiva del canutazo, dan mucho juego en una democracia palabrera como la nuestra. Alimentan la mente perezosa de políticos y periodistas,

Los micrófonos chivatos, como versión furtiva del canutazo, dan mucho juego en una democracia palabrera como la nuestra. Alimentan la mente perezosa de políticos y periodistas, triunfan en las escaletas de los telediarios y, en fin, gracias a ellos los contertulios se ponen -nos ponemos- estupendos. Lo último es la confidencia de Mariano Rajoy a su colega finlandés, Jyrki Katainen, en la antesala del Consejo Europeo del lunes pasado. “La reforma laboral me va a costar una huelga”, le dijo cerca de un micrófono abierto al mundo.

Por las imágenes del momento uno tiene la impresión de estar escuchando la típica conversación con el compañero de viaje del ascensor. Lugares comunes. Rajoy le cuenta al premier finlandés lo que está todos los días en la prensa nacional, como quien habla del tiempo con un desconocido. Sin embargo la frasecita saltó a las primeras páginas y fue pasto de columnistas apresurados. Aunque no era para tanto, el propio Rajoy, la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, y la ministra de Empleo, Fátima Báñez, tuvieron que salir a desactivarla.

No andan los sindicatos sobrados de carisma para discutirle al Gobierno la futura reforma laboral. Tirar de la cuerda en estos momentos, sacando los trabajadores a la calle, se podría volver contra ellos

A mi juicio era completamente innecesario. Una anécdota no debe convertirse en elemento de análisis. En este caso, la posibilidad de que a Rajoy le monten los sindicatos una huelga general. Por supuesto que es una variable a tener en cuenta. Pero no porque se lo haya dicho el presidente en conversación de pasillos sino porque los trabajadores, o sus representantes sindicales, tienen el derecho y el deber de valorar una determinada regulación oficial del mercado del trabajo.

Ya metidos en el asunto (insisto, por su propia importancia, al margen de una frase cogida al vuelo), tengo la impresión de que no andan los sindicatos sobrados de carisma para discutirle al Gobierno la futura reforma laboral. Tirar de la cuerda en estos momentos, sacando los trabajadores a la calle, se podría volver contra ellos. Así que se lo pensarán mucho, a la vista del precedente sentado en la huelga general del 29 de septiembre de 2010 contra la reforma laboral del Gobierno anterior.

El otro fogonazo verbal de estos días lo protagonizó el aún líder del PSOE y ex presidente del Gobierno. Rodríguez Zapatero. En este caso no fue micrófono chivato sino simple filtración de una subordinada de sus palabras de despedida de su Ejecutiva, durante la cena del lunes en la sede de Ferraz. “No os olvidéis de España”, dijo, conscientemente, deliberadamente, sin micrófonos chivatos, se supone que dirigido a Rubalcaba y Chacón, los dos aspirantes a sucederle al frente del partido.

Advertencia innecesaria. El PSOE nunca se ha olvidado de España cuando ha estado en el poder. Y si ese riesgo se corrió alguna vez, en nombre de la España plural, fue precisamente durante el mandato de Zapatero, mucho más comprensivo que Felipe González con las reivindicaciones del nacionalismo periférico. Véase su conformidad con el acercamiento de Montilla a ERC en el malhadado “tripartito” o el pacto de Pérez Touriño con el BNG en Galicia.

Los micrófonos chivatos, como versión furtiva del canutazo, dan mucho juego en una democracia palabrera como la nuestra. Alimentan la mente perezosa de políticos y periodistas, triunfan en las escaletas de los telediarios y, en fin, gracias a ellos los contertulios se ponen -nos ponemos- estupendos. Lo último es la confidencia de Mariano Rajoy a su colega finlandés, Jyrki Katainen, en la antesala del Consejo Europeo del lunes pasado. “La reforma laboral me va a costar una huelga”, le dijo cerca de un micrófono abierto al mundo.

Mariano Rajoy