El fantasma de una huelga general planea sobre Rajoy

Con “mal sabor de boca” salieron ayer los líderes sindicales, Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo, de su encuentro con la ministra de Empleo, Fátima Báñez, para hablar de la reforma laboral que el Gobierno de Mariano Rajoy acaba de registrar en el Boletín Oficial del Estado para su inmediata entrada en vigor. No tienen motivo, según la ministra, porque con esta reforma “nadie pierde y todos salimos ganando”.

Mentira y gorda. Todas las grandes reformas del mercado de trabajo apadrinadas por los distintos Gobiernos democráticos, las de Felipe González, José María Aznar y Rodríguez Zapatero, han venido modificando las relaciones de poder entre empresario y trabajador, siempre a favor del empresario. Ésta no es una excepción al venir igualmente impuesta desde el poder ejecutivo a los actores del mercado laboral. Eso da lugar a la misma ley de hierro: cuando patronal y sindicatos no dan hecha la reforma por acuerdo previo, siempre sale perdiendo el trabajador, parte débil en las relaciones de poder. No importa la coloración ideológica del Gobierno. Y el desenlace también se ha repetido siempre: esa huelga general que González, Aznar y Zapatero llevan cosida a sus respectivas biografías.

Cuando patronal y sindicatos no dan por hecha la reforma por acuerdo previo, siempre sale perdiendo el trabajador, parte débil en las relaciones de poder. No importa la coloración ideológica del Gobierno

Mariano Rajoy va camino de no ser menos que sus antecesores, según confesó él mismo al colega finlandés, Jyrkin Katainen, ante un micrófono chivato, una semana antes de que los líderes de UTG y CCOO, al conocer el texto de la reforma, anunciasen un proceso de movilizaciones “ascendente y sostenido”, en palabras de Fernández Toxo, que desembocará en una huelga general “cuando nos hayamos cargado de razón”, según Cándido Méndez. La visita de ambos líderes sindicales al despacho de Fátima Báñez, ayer por la mañana, no ha hecho sino reforzar su intención de sembrar España de movilizaciones (la primera, el domingo 19), a juzgar por sus palabras.

El fantasma de la huelga general sobrevuela de nuevo los ámbitos políticos, económicos y sociales de la España angustiada por los cinco millones de parados y una nueva normativa que facilita aún más el despido, según reconocían ayer los propios ministros de Economía, Luis de Guindos (“No hemos tenido otro remedio”) y Hacienda, Cristóbal Montoro. (“Vale, pero la reforma es algo más que el abaratamiento del despido”).

Una huelga general es una moción de censura al Gobierno en la calle. Como ocurre en el Parlamento, no se anuncia. Méndez y Toxo se reservan la fecha, a la espera de que, según sus cálculos, el Gobierno del PP siga haciendo oposiciones para merecerla (se espera un segundo tijeretazo, más duro que el de Nochevieja) una vez libre de la presión electoral andaluza y asturiana.

¿Se sumará el PSOE? Está por ver. Esperemos que no imite al PP frente a la reforma laboral del Gobierno Zapatero. Dolores de Cospedal decía: “Si no hay sindicatos que sepan defender los derechos de los trabajadores, que estén tranquilos, que aquí está el PP para defenderlos” (6 junio 2010, Escuela de Verano del PP, en Tarragona). Soraya Sáez de Santamaría, hoy vicepresidenta del Gobierno, sentenció: “La reforma laboral del Gobierno es la reforma del despido, un fracaso anunciado, No vamos a apoyar este decreto- ley” (Congreso de los Diputados, 22 junio 2010). Mariano Rajoy tampoco era partidario: “Esta reforma no va a crear empleo. Sólo servirá para crear confusión y exceso de conflictividad” (Junta Directiva del PP, 5 julio 2010).

Lo inmediato fue la convocatoria de huelga general para el 29 de  septiembre de aquel año. Contra el abaratamiento del despido, por supuesto.