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Gobierno y sindicatos, por un 19-F sin violencia
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Antonio Casado

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Gobierno y sindicatos, por un 19-F sin violencia

Los sindicatos quieren que las calles de toda España sean un clamor contra la reforma laboral del Gobierno Rajoy que, según ellos, implanta el “despido único”,

Los sindicatos quieren que las calles de toda España sean un clamor contra la reforma laboral del Gobierno Rajoy que, según ellos, implanta el “despido único”, recorta los derechos de los trabajadores, otorga un poder omnímodo a los empresarios y “está elaborada por la patronal al dictado del FMI, el BCE, Francia y Alemania” (Fernández Toxo, líder de CC OO). La voluntad del Gobierno, por su parte, también está clara. Moncloa y el PP ya han puesto en circulación que las movilizaciones responden a un ataque de contrariedad de las organizaciones sindicales por la pérdida de poder que van a sufrir. Por tanto, espera y desea el Gobierno que las marchas del 19 de febrero refuercen y justifiquen un clamor de la opinión pública contra los sindicatos. O sea, que la convocatoria de las protestas callejeras se les vuelva en contra.

Ese es el pulso, en vísperas de las numerosas marchas convocadas en distintas ciudades para pasado mañana. La amplitud movilizadora y el nivel de participación serán indicadores del estado de ánimo de la ciudadanía ante una eventual convocatoria de huelga general no descartada por los líderes sindicales para cuando “nos hayamos cargado de razón”, en palabras de Cándido Méndez, secretario general de UGT.

Tanto Méndez como Toxo han prevenido a su gente contra posibles excesos de los “indignados” del 15-M, que llevan unos días acusando a los líderes sindicales de traicionar a los trabajadores y están empeñados en dar la nota

Ahí quedan las coordenadas de la movilización convocada por los sindicatos. Están en su derecho. Ya veremos el domingo, al terminar la jornada, cuál es la temperatura del malestar. Pero el termómetro también habrá que ponérselo a la capacidad de arrastre de los sindicatos que, efectivamente, está en entredicho. En parte por una demagógica campaña de nuestro tea party de cercanías, que presenta a los sindicatos como un nido de vagos adictos a la sopa boba. Y en parte por su gatillazo del 29 de septiembre de 2010, fecha de la última huelga general, la que le hicieron al Gobierno socialista también contra una reforma del mercado de trabajo.

Atentos, pues, a los dos indicadores: credibilidad sindical y motivación ciudadana. Y atentos al riesgo de brotes violentos. Sobre todo en Madrid, donde los líderes sindicales se entrevistaron anteayer con la delegada del Gobierno, Crisistna Cifuentes, para concertar en lo posible el común interés por una manifestación sin incidentes. Me consta que tanto Méndez como Toxo han prevenido a su gente contra posibles excesos de los “indignados” del 15-M, que llevan unos días acusando a los líderes sindicales de traicionar a los trabajadores y están empeñados en dar la nota.

En cuanto al Gobierno, también me consta que está cuidando todos los detalles del operativo antidisturbios esperando que sea suficiente con el servicio de orden de 450 personas (en Madrid) dispuesto por los sindicatos para desactivar a los reventadores y ciertos grupos violentos que quieren hacerse presentes. La obsesión de Moncloa es lograr que, si hay cargas policiales, éstas no se interpreten como represión de una protesta contra la reforma laboral.

Ojalá que el domingo por la noche solo tengamos que hablar del mayor o menor éxito de la convocatoria para ejercer un derecho. Y de nada más. Ni al Gobierno ni a los sindicatos interesa lo que ni vagamente pueda recordarnos a Grecia.

Los sindicatos quieren que las calles de toda España sean un clamor contra la reforma laboral del Gobierno Rajoy que, según ellos, implanta el “despido único”, recorta los derechos de los trabajadores, otorga un poder omnímodo a los empresarios y “está elaborada por la patronal al dictado del FMI, el BCE, Francia y Alemania” (Fernández Toxo, líder de CC OO). La voluntad del Gobierno, por su parte, también está clara. Moncloa y el PP ya han puesto en circulación que las movilizaciones responden a un ataque de contrariedad de las organizaciones sindicales por la pérdida de poder que van a sufrir. Por tanto, espera y desea el Gobierno que las marchas del 19 de febrero refuercen y justifiquen un clamor de la opinión pública contra los sindicatos. O sea, que la convocatoria de las protestas callejeras se les vuelva en contra.