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Chantaje al Rey u oportunidad para limpiar las cañerías
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Antonio Casado

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Chantaje al Rey u oportunidad para limpiar las cañerías

Ayer un diario publicó negro sobre blanco que Diego Torres, el exsocio de Iñaki Urdangarin, exige por persona interpuesta una importante cantidad de dinero a cambio

Ayer un diario publicó negro sobre blanco que Diego Torres, el exsocio de Iñaki Urdangarin, exige por persona interpuesta una importante cantidad de dinero a cambio de ocultar pruebas que comprometen al Rey, don Juan Carlos, y a su hija, la infanta Cristina. Veinticuatro horas después de publicarse la noticia, salvo error u omisión, nadie la ha desmentido. Lo cual dispara las conjeturas y aumenta la gravedad del caso.

Recuerdan los colegas Esteban Urreiztieta y Eduardo Inda, excelentes periodistas, que el propio Diego Torres ya advirtió que antes de ser cabeza de turco estaba dispuesto a “tirar de la manta”. Es la expresión de la calle. En el BOE se llama “transparencia”, que es tirar de la manta por imperativo legal y razones de bien común. Así lo quieren los ciudadanos ante conductas poco ejemplares, de dudosa moralidad o eventualmente ilegales de sus figuras públicas.

Lo diga Diego Torres o su porquero, la Casa del Rey debe salir al paso de tan graves insinuaciones. Con la verdad por delante para que, por tratarse de la imagen de la Corona, no ronde por la cabeza de la gente la idea de que donde hay humo hay fuego

Y lo que en la calle se llama “chantaje” en el Código Penal se llama “extorsión”. Consiste en el uso de la fuerza o la intimidación para obtener beneficio de un tercero. Una figura delictiva perfectamente ajustada a la supuesta exigencia de Diego Torres o la persona interpuesta que habría reclamado 10 millones de euros a cambio de no desvelar pruebas comprometedoras para la Corona.

En los medios de comunicación se está hablando de “chantaje al Rey” y el diagnóstico parece certero. Pero también puede verse como una oportunidad de practicar la transparencia exigible en el funcionamiento de las instituciones y el comportamiento de quienes las representan. A este respecto es evidente que el desencuentro entre los antiguos socios, Diego Torres e Iñaki Urdangarín, es una mina en los pies del Rey de España. Y lo mejor que puede hacer Zarzuela es desactivarla antes de que la oportunidad de hacer limpieza en las cañerías de la Casa del Rey desplace a la repulsa de la opinión pública por el presunto chantaje a la institución.

Iñaki Urdangarín está acusado de prácticas delictivas para redondear su patrimonio privado con dinero público. Las supuestas pruebas documentales con las que amenaza Diego Torres se refieren, al parecer, a puntuales gestiones de mediación del propio monarca orientadas a facilitar los manejos del yerno acusado de malversación de fondos públicos, tráfico de influencias y fraude a la Administración.

A nadie se le va a acelerar el pulso por saber hasta donde ha llegado lo de Urdangarín. La ciudadanía tiene derecho a saber si el Rey le echó o no le echó una mano. Lo diga Diego Torres o su porquero, la Casa del Rey debe salir al paso de tan graves insinuaciones. Con la verdad por delante para que, por tratarse de la imagen de la Corona, no ronde por la cabeza de la gente la idea de que donde hay humo hay fuego.

Ayer un diario publicó negro sobre blanco que Diego Torres, el exsocio de Iñaki Urdangarin, exige por persona interpuesta una importante cantidad de dinero a cambio de ocultar pruebas que comprometen al Rey, don Juan Carlos, y a su hija, la infanta Cristina. Veinticuatro horas después de publicarse la noticia, salvo error u omisión, nadie la ha desmentido. Lo cual dispara las conjeturas y aumenta la gravedad del caso.