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El color de la fumata sigue siendo negro, negro
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Antonio Casado

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El color de la fumata sigue siendo negro, negro

Primero. Uno de los personajes que están en el ojo del huracán como el aún gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, se puso

Primero. Uno de los personajes que están en el ojo del huracán como el aún gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, se puso ayer en primer tiempo de saludo a disposición del Gobierno. No acepta el sambenito de haber incumplido sus deberes de supervisor. Ni el de haber dedicado una mirada distraída a lo ocurrido en Bankia. Sugiere que, a diferencia con otras crisis bancarias, hubo una especie de retirada del Banco de España en este caso. Ya veremos.

Segundo. El líder del principal partido de la oposición, Pérez Rubalcaba, baja el tono de sus discrepancias al tiempo de reiterarse en su defensa de la “voz única” ante esa Unión Europea que ayer nos puso nota (España necesita mejorar). Ayer, en el Congreso, le dijo al presidente del Gobierno que, pese a las muchas cosas que separan al PP y al PSOE, la situación de dificultad por la que atraviesa la economía española exige ese esfuerzo de acuerdo.

Muy mal tienen que estar las cosas cuando se generaliza la necesidad de cerrar filas. Eso parece, con una ciudadanía perpleja, un Gobierno desbordado por los acontecimientos y unos climas de opinión que parecen la antesala del desistimiento

Tercero. El expresidente del Gobierno, Felipe González, en un acto de homenaje promovido por un alcalde del PP (el de Sevilla), advierte de que nos acercamos a una situación de “emergencia total” y hace un llamamiento público al consenso: “Es la hora de recorrer el camino juntos y anteponer los intereses de España a los intereses partidistas o de grupo”, dijo González después de haber sido recibido del alcalde, Juan Ignacio Zoido, la medalla que le distingue como hijo predilecto de la ciudad.

Aunque son tres buenas noticias también son tres señales de alarma. Muy mal tienen que estar las cosas cuando se generaliza la necesidad de cerrar filas. Eso parece, con una ciudadanía perpleja, un Gobierno desbordado por los acontecimientos y unos climas de opinión que parecen la antesala del desistimiento. El propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y su ministro de Economía, Luis de Guindos, nos empezaron a señalar el camino cuando pusieron en circulación ese peligroso discurso que mira hacia la Unión Europea porque “España ya ha hecho todo lo que tenía que hacer”. ¿No es eso una forma de decir que la resignación también es una alternativa?

Lejos de mí atribuir semejante intención al Gobierno. Pero tal vez ese discurso haya contribuido a alimentar el desaliento colectivo después de vivir ayer un enésimo día negro mientras negro sigue siendo el color de la fumata. “España, abocada al rescate”, titulamos en El Confidencial. Se multiplican las noticias, los rumores, las especulaciones, las sospechas, o como quieran ustedes llamarlo, de que estamos en vísperas de la tan temida intervención. Y, a juzgar por las “recomendaciones” que ayer nos hizo la UE, ni a Bruselas ni a los mercados les hemos dado motivos para superar sus dudas sobre la verdadera situación de la economía española.

Parece una respuesta a la pregunta que estos últimos días ha recorrido los ámbitos políticos y mediáticos de nuestro país “¿Qué más podemos hacer?”. Por ejemplo: subir impuestos indirectos, jubilarnos a los 67 años pero ya mismo y bajar las cotizaciones sociales. ¿Y qué es lo que hemos hecho mal?: subir el IRPF, reimplantar la desgravación por compra de vivienda y renunciar a mejorar la eficacia del sistema tributario. Si además nos dicen que las reformas del mercado del trabajo y del mercado del capital han sido insuficientes y se mantiene la desconfianza exterior en esos dos agujeros negros localizados en la banca y las autonomías, no me extraña que algo parecido al desaliento amenace con quedarse a vivir entre nosotros. 

Primero. Uno de los personajes que están en el ojo del huracán como el aún gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, se puso ayer en primer tiempo de saludo a disposición del Gobierno. No acepta el sambenito de haber incumplido sus deberes de supervisor. Ni el de haber dedicado una mirada distraída a lo ocurrido en Bankia. Sugiere que, a diferencia con otras crisis bancarias, hubo una especie de retirada del Banco de España en este caso. Ya veremos.