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Carlos Dívar se esconde en el burladero de su conciencia
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Antonio Casado

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Carlos Dívar se esconde en el burladero de su conciencia

Si Rato tiene sus encubridores Carlos Dívar también tiene los suyos. Y el sufrido pueblo llano, a tragar. Gracias a estos encubridores el presidente del CGPJ (Consejo

Si Rato tiene sus encubridores Carlos Dívar también tiene los suyos. Y el sufrido pueblo llano, a tragar. Gracias a estos encubridores el presidente del CGPJ (Consejo General del Poder Judicial) y del Tribunal Supremo se ha permitido tomar por idiotas a los periodistas y al resto de los españoles. Se siente arropado. Sólo el apoyo del Gobierno y el amparo corporativo dispensado por un tercio de los vocales puede explicar su farisaico rasgado de vestiduras en la rueda de prensa de ayer.

Pillado en falta como un vulgar depredador del dinero público, no ha encontrado mejores burladeros que su propia conciencia y la imagen de la Justicia. “Lamento profundamente que estos acontecimientos hayan dañado la imagen de la Justicia española”, dijo. Por suerte, las instituciones están por encima. Conviene ponerse en guardia frente a quien se envuelve en la bandera de una institución o la usa en defensa propia.

El presidente del CGPJ y sus encubridores se han pasado por el arco del triunfo los principios de conducta exigidos a un servidor público: ejemplaridad, transparencia y, especialmente en estos tiempos, austeridad

El otro burladero de Dívar es su conciencia personal. Inapelable. Le faltó decir que únicamente responderá ante Dios y ante la historia. “Tengo la conciencia tranquila”, declaró. Y como tiene la conciencia tranquila, no pide perdón de nada y nada tiene que hacerse perdonar. Si además sus facturas fueron “controladas” y “fiscalizadas” (léase “contabilizadas”, y nada más), ancha es Castilla porque la normativa no exige la justificación del gasto. El BOE y la Intervención General del Estado nunca creerían que el máximo representante del Poder Judicial hace trampas con las facturas. Hasta ahí podíamos llegar.

Pero los hechos son tozudos. Seguimos sin saber cuáles eran las misiones oficiales que reclamaban su presencia en esos lugares y quién era la persona que le acompañaba por razones de “protocolo”. Ni media palabra aclaratoria de la supuesta oficialidad de sus veinte fines de semana en Marbella con cargo al presupuesto de la institución. No le pida usted que acredite esa oficialidad, o la de su acompañante, porque dirá que es “asunto reservado”. Y si usted insiste, él apelará a la permanente condición oficial de su persona en todos y cada uno de los rincones de España.

A eso se reduce su tardía comparecencia pública desde que uno de los vocales, José Manuel Gómez Benítez, destapó el escándalo de los ya famosos fines de semana caribeños de Dívar en la Costa del Sol por cuenta del erario público. Lo demás hemos de buscarlo en los cerros de Úbeda. Por ejemplo, que los hoteles no eran tan lujosos: “Eran hoteles de cuatro estrellas, bastante económicos para lo que es la zona”. O el tirón de la tierra: “He intentado conciliar la actividad pública con mi presencia en la provincia donde nací”.

Me ratifico en que el presidente del CGPJ y sus encubridores se han pasado por el arco del triunfo los principios de conducta exigidos a un servidor público: ejemplaridad, transparencia y, especialmente en estos tiempos, austeridad. Dicho sea al menos en perspectiva ética y política. Ya veremos la judicial. Puede que no haya el delito supuesto de malversación de caudales públicos. El fiscal ya decretó el archivo de diligencias. Pero eso no archiva el juicio de los ciudadanos ante las malas prácticas de sus servidores públicos.

Si Rato tiene sus encubridores Carlos Dívar también tiene los suyos. Y el sufrido pueblo llano, a tragar. Gracias a estos encubridores el presidente del CGPJ (Consejo General del Poder Judicial) y del Tribunal Supremo se ha permitido tomar por idiotas a los periodistas y al resto de los españoles. Se siente arropado. Sólo el apoyo del Gobierno y el amparo corporativo dispensado por un tercio de los vocales puede explicar su farisaico rasgado de vestiduras en la rueda de prensa de ayer.