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Carlos Dívar ya es juguete roto, dimita o no dimita
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Antonio Casado

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Carlos Dívar ya es juguete roto, dimita o no dimita

Ayer supimos que el presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo, Carlos Dívar, exigía un coche oficial para ir a misa. En su condición religiosa de

Ayer supimos que el presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo, Carlos Dívar, exigía un coche oficial para ir a misa. En su condición religiosa de adorador nocturno es seguro que conoce la famosa diatriba evangélica contra escribas y fariseos: “Ay de vosotros, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera se muestran hermosos y por dentro están llenos de inmundicia. Así también vosotros por fuera os mostráis justos ante los hombres pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad”.

No es religiosa la motivación de los cinco vocales que han forzado la convocatoria del pleno extraordinario del Consejo General del Poder Judicial donde mañana (11.00 h) va a ocurrir algo sin precedentes en la historia de la democracia española. Unos cuantos vocales (en principio, menos de doce, que es la mayoría absoluta) van a solicitar la destitución del presidente por indignidad. Por haber desmerecido del rango que se le confirió como cuarta autoridad del Estado. Por haber causado serios desperfectos en la imagen de la Justicia y sus servidores con semejante conducta: lujosa itinerancia privada con cargo a dinero público y farisaicas explicaciones.

 ¿Cómo suponer a priori que el presidente del Poder Judicial se pasará por el arco del triunfo los principios de ejemplaridad, austeridad y transparencia? Le bastaba presentar la factura para su contabilización

En el Código Penal no encaja la conducta de Dívar. Así lo han decretado la Fiscalía General del Estado y, sin unanimidad, la sala segunda del Supremo. Amén. Difícilmente puede apreciarse una figura delictiva donde la propia normativa legal no exige justificación del gasto. ¿Cómo suponer a priori que el presidente del Poder Judicial se pasará por el arco del triunfo los principios de ejemplaridad, austeridad y transparencia? Le bastaba presentar la factura para su contabilización.

Pero todo eso no ha servido, ni puede servir de ninguna manera, para abolir el juicio de los ciudadanos ante las malas prácticas de un servidor público. Con el paso del tiempo, incluso en los ámbitos políticos, institucionales y corporativos que le arroparon en un principio, Carlos Dívar se ha ido quedando cada vez más sólo. Ayer era un lugar común que en Zarzuela se previenen ante la eventual coincidencia fotográfica del personaje con el Rey durante los actos del bicentenario del Tribunal Supremo, que se celebran la semana que viene. También es un secreto a voces que el Gobierno le ha retirado su apoyo. Y en cuanto a las tres asociaciones de jueces, dos ya han pedido su dimisión inmediata. La otra, la conservadora APM, ha calificado sus famosos viajes de “excesivos, frívolos y abusivos”.

Con estos datos sobre la mesa Dívar podría anunciar su marcha en el pleno extraordinario de mañana. Yo no me atrevería a firmarlo. Hasta ayer noche no tenía ninguna voluntad de dimitir. En todo caso es seguro que si se llega a producir la votación reglamentaria no habría suficientes votos (12) para provocar el cese. Así que sólo queda esperar un último rasgo de lucidez en el aún presidente del CGPJ para irse voluntariamente. Incluso la gente que más le aprecia se lo está pidiendo. Si no, continuará su vía crucis.

Ayer supimos que el presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo, Carlos Dívar, exigía un coche oficial para ir a misa. En su condición religiosa de adorador nocturno es seguro que conoce la famosa diatriba evangélica contra escribas y fariseos: “Ay de vosotros, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera se muestran hermosos y por dentro están llenos de inmundicia. Así también vosotros por fuera os mostráis justos ante los hombres pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad”.