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Las dudas y las termitas en el discurso del Gobierno
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Antonio Casado

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Las dudas y las termitas en el discurso del Gobierno

Toca contener la respiración a la espera del desenlace político en Grecia, la respuesta europea a una eventual reacción negativa en los mercados y las decisiones

Toca contener la respiración a la espera del desenlace político en Grecia, la respuesta europea a una eventual reacción negativa en los mercados y las decisiones del G-20. Tres pelotas en el aire y no se sabe cómo van a botar. Así que vamos a entretener la espera con lo más cercano. Por ejemplo, la dificultad del Gobierno para comunicarse con los ciudadanos, reflejada en los sondeos publicados este fin de semana.

Hay una frase con sitio fijo en el discurso de Rajoy: “Sabemos lo que hay que hacer”. Está bien eso de prevenir el síndrome del piloto borracho. Se agradece en horas de tribulación. Lo malo es cuando las dudas se cuelan en el discurso del líder y hacen el trabajo de las termitas. Ocurre con inquietante frecuencia. Sobre todo desde que el presidente y su ministro, Luís de Guindos, colaron en su libro de estilo que “España ya ha hecho todo lo que tenía que hacer”. Traten ustedes de saber a dónde nos lleva la confluencia de los dos mensajes. Por un lado, el Gobierno dice tener claro lo que hay que hacer. Por otro, que ya está hecho ¿No se está deslizando algo parecido al desaliento o el hasta aquí hemos llegado?

Quizás sea un simple problema de comunicación. Ojalá. El desajuste viene amplificado por la Prensa y las instituciones internacionales. El último en reventar ese discurso de Moncloa ha sido el Fondo Monetario Internacional. Acaba de recordarle que, en contra de su empeño en convencernos de que España ya ha hecho los deberes, tiene muchas tareas pendientes. Incluso las comprometidas formalmente, como el umbral de déficit público de 2012 (5,3%) que, según las previsiones del FMI, no cumplirá ni de lejos el Gobierno, aunque no es eso lo que Rajoy, De Guindos y Montoro y Sáenz de Santamaría se hartan de decir a los españoles.

En todo caso, el FMI no comparte la idea de que el Gobierno español hace “lo que tiene que hacer”. La segunda en la frente, porque ya la UE, en sus “recomendaciones” de hace unos días, anticipaba más o menos los deberes que ahora nos pone el FMI. A saber: subir el IVA, vender activos (privatizaciones), suprimir la desgravación por vivienda, más control sobre el gasto de las Autonomías (intervención, si hace falta), y más recortes en Sanidad y funcionarios. No sé si todas estas sugerencias van a prosperar en el plan anunciado por el ministro de Guindos para “tranquilizar a los mercados”, pero no se compadecen con ese absurdo discurso de que España ya ha hecho los deberes y ahora la pelota está en el tejado de la UE.

También a escala nacional se producen extravíos del discurso del Gobierno. El más clamoroso es el que asocia el rescate europeo de una parte de la banca española a la recuperación del crédito para empresas, familias y autónomos. Este fin de semana Rajoy lo ha repetido por enésima vez. Sin embargo, todos los expertos coinciden en que esos 100.000 millones de euros a disposición de los bancos, a través del Estado (Frob), no harán fluir el crédito y, por tanto, ese manguerazo no debe verse como una palanca para el crecimiento. “Al contrario, el crédito bajará”, ha llegado a decir el presidente del Banco Sabadell,  Jaime Guardiola. Una valoración similar ha hecho pública alguien tan poco sospechoso como el presidente de la CEOE, Joan Rosell.

Pues no tiene ninguna gracia que, con la que está cayendo, esos 100.000 millones de rescate a la averiada banca española sirvan para otra finalidad distinta a la de reanimar el tejido productivo a través del crédito. Por ejemplo, a tapar agujeros, a cumplir con las exigencias de aprovisionamiento impuestas por el Gobierno o a rescatar al Estado comprando deuda pública como si fuera un intercambio de favores.

Toca contener la respiración a la espera del desenlace político en Grecia, la respuesta europea a una eventual reacción negativa en los mercados y las decisiones del G-20. Tres pelotas en el aire y no se sabe cómo van a botar. Así que vamos a entretener la espera con lo más cercano. Por ejemplo, la dificultad del Gobierno para comunicarse con los ciudadanos, reflejada en los sondeos publicados este fin de semana.