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Un Príncipe cabal que ya aprendió el oficio de rey
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Antonio Casado

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Un Príncipe cabal que ya aprendió el oficio de rey

En los corrillos de la sobremesa, ya en la vetusta biblioteca del Senado, el príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, volvió a dar una lección

En los corrillos de la sobremesa, ya en la vetusta biblioteca del Senado, el príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, volvió a dar una lección de sensatez. Acababa de presidir la entrega del premio ‘Luis Carandell’ de periodismo parlamentario, justamente concedido a la colega Rocío Antoñanzas, pero tocaba hablar de lo que hablan todos los ciudadanos colgados de la misma pregunta: ¿Qué va a ser de España?

La de ayer fue una mañana de malas noticias. El FMI señalaba nubarrones en el horizonte y las constantes vitales de nuestra economía seguían en zona de riesgo a pesar de la cuarta oleada de recortes decretada por el Gobierno. Sin embargo, el Príncipe no eludió preguntas comprometidas en torno al minuto y resultado de la crisis económica. Al escucharle volví a tener la impresión de que, más allá de sus discursos oficiales y su agenda de comparecencias públicas, estamos ante un príncipe heredero que ya ha aprendido el oficio de rey.

Ni de lejos pudo desprenderse de las palabras de don Felipe un señalamiento de situaciones, personas o grupos concretos, a los que aplicar el cuento, lo cual, dicho sea de paso, también refuerza el descubrimiento de un heredero sensato, responsable, cabal, que conoce perfectamente su oficio.Me incorporé a uno de los corrillos justamente cuando don Felipe estaba hablando de una variante nacional de esta y de todas las crisis, las económicas y las no económicas. Me refiero a la variante que marca la tendencia a buscar culpables de lo que nos pasa ante de intentar arreglar el problema. Ni de lejos pudo desprenderse de las palabras de don Felipe un señalamiento de situaciones, personas o grupos concretos, a los que aplicar el cuento, lo cual, dicho sea de paso, también refuerza el descubrimiento de un heredero sensato, responsable, cabal, que conoce perfectamente su oficio.

El otro tema de conversación fue el de la larga marcha hacia una Europa verdaderamente unida, al modo de los estados norteamericanos, los alemanes o los mejicanos. El mantra de “más Europa”, como terapia para los males que nos aquejan, sonó en boca de don Felipe sin sumisión a los lugares comunes. Suficiente para captar la atención de sus escuchantes, periodistas en su mayoría, entre los que también estaba el presidente de la Cámara Alta, Pío García Escudero.

De nuevo se hizo inevitable la evocación de la primera audiencia de don Felipe en sustitución del Rey, por la lesión de cadera que éste se produjo en Botsuana. Fue un encuentro con 57 abogados del Estado. Funcionarios comprometidos con la permanencia del sistema, al igual que la Corona, que a la salida declararon haberse sentido “impresionados” por el rigor y la capacidad comunicadora de don Felipe en una intervención larga consistente, articulada y sin papeles.

En los corrillos de la sobremesa, ya en la vetusta biblioteca del Senado, el príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, volvió a dar una lección de sensatez. Acababa de presidir la entrega del premio ‘Luis Carandell’ de periodismo parlamentario, justamente concedido a la colega Rocío Antoñanzas, pero tocaba hablar de lo que hablan todos los ciudadanos colgados de la misma pregunta: ¿Qué va a ser de España?