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Más nubarrones: agitación política y callejera
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Antonio Casado

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Más nubarrones: agitación política y callejera

Más nubarrones en el mapa nacional de la crisis económica. La sobredosis de sangre, sudor y lágrimas no acaba de dar el peso en los mercados

Más nubarrones en el mapa nacional de la crisis económica. La sobredosis de sangre, sudor y lágrimas no acaba de dar el peso en los mercados y en los despachos de Bruselas. A la espera de que la UE cumpla real y verdaderamente sus compromisos de la última cumbre respecto a España (rescate bancario y estabilidad financiera), el Gobierno de Mariano Rajoy se topa con una especie de muro y no ve la forma de salvarlo. Entretanto, se vuelve a crispar el debate de cercanías.

Al amago de insumisión autonómica se suma el endurecimiento del PSOE y la doble agitación en la calle y en el Parlamento. La cuarta oleada de recortes pasa mañana por el Congreso, donde el PP se quedará solo a la hora de convalidar el decreto fletado por el Consejo de Ministros del viernes. Todos los grupos, incluidos CiU y PNV, anuncian su voto en contra. Al tiempo, el malestar se traslada a la calle por lo que el PSOE viene calificando como “el mayor recorte social de la democracia”. Y también para mañana los sindicatos y los indignados del 15-M hacen llamamientos a la movilización callejera en las capitales de provincia.

Los españoles en paro son personas desalentadas que han perdido su más fecundo elemento de socialización y se instalan en la marginalidad, o la bordean. No entran en los planes movilizadores de los sindicatos. Por diversas razones, los llamamientos sindicales ganan visibilidad cuando tienen al funcionariado en la primera fila de la protesta

Una curiosidad. Las protestas vienen protagonizadas por trabajadores afectados por los recortes, pero con trabajo. No son estos los grandes paganos de la crisis. En el primer escalón del sacrificio están los parados. Y, aún más jodidos, con perdón, están los parados de solemnidad. Es decir, los que ya han agotado la prestación y no tienen más salida que el arropamiento familiar y la economía sumergida.

Los españoles en paro son personas desalentadas que han perdido su más fecundo elemento de socialización (el puesto de trabajo) y se instalan en la marginalidad, o la bordean. No entran en los planes movilizadores de los sindicatos a la hora de reprobar los planes del Gobierno. Por razones diversas, los llamamientos sindicales ganan visibilidad cuando, como es el caso, tienen al funcionariado en la primera fila de la protesta. Su malestar se hace notar más que en otras ocasiones. Quizás por el sentimiento de agravio acumulado después de sucesivas pérdidas de poder adquisitivo en los últimos años. Con razón.

No digo que los funcionarios no tengan que sacrificarse cuando vienen mal dadas. Estamos hablando de bomberos, militares, profesores, médicos, investigadores, diplomáticos, guardias civiles, inspectores de Hacienda, policías. Nadie tan indicado como un servidor público para entender y asumir la noción del interés general. Lo que digo es que están cansados de sacrificarse siempre, reiteradamente, sucesivamente, con el PSOE o con el PP en el poder.

Cuando el Estado tiene que apretarse el cinturón a todos los gobiernos se les ocurre lo mismo: hachazo salarial a los funcionarios, que cunde mucho en las cuentas porque el recorte se multiplica por unos tres millones y se puede hacer de hoy para mañana. Es mucho más difícil acabar con el fraude fiscal, cobrarle el IBI a la Iglesia, imponer una tasa a las grandes fortunas o suprimir de un plumazo las empresas públicas creadas para camuflar el déficit de las autonomías (y de los ayuntamientos) y colocar a los amigos.

Más nubarrones en el mapa nacional de la crisis económica. La sobredosis de sangre, sudor y lágrimas no acaba de dar el peso en los mercados y en los despachos de Bruselas. A la espera de que la UE cumpla real y verdaderamente sus compromisos de la última cumbre respecto a España (rescate bancario y estabilidad financiera), el Gobierno de Mariano Rajoy se topa con una especie de muro y no ve la forma de salvarlo. Entretanto, se vuelve a crispar el debate de cercanías.