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El Gobierno Rajoy no da con la salida del laberinto
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Antonio Casado

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El Gobierno Rajoy no da con la salida del laberinto

Dice Ramoneda que un gobernante solo puede reconocer que ha perdido la capacidad de elegir si piensa dimitir cinco minutos después. Rajoy lo reconoce pero no

Dice Ramoneda que un gobernante solo puede reconocer que ha perdido la capacidad de elegir si piensa dimitir cinco minutos después. Rajoy lo reconoce pero no tiene la menor intención de tirar la toalla. Ni siquiera después de haber visto los demoledores sondeos aireados ayer en los dos principales diarios madrileños. Hay algo peor que la incapacidad de decidir porque otros han decidido ya por nosotros: seguir en las mismas. Es decir, ceder soberanía y no salir de pobres. Se nos debe estar quedando cara de tontos. Suele ocurrir al descubrir que esas imperativas decisiones ajenas, llevadas por el Gobierno de España al BOE porque no hay alternativa, según nos dicen a todas horas, tampoco sirven para salir del agujero.

A las pruebas me remito. Después de fletar un durísimo plan de estabilización para los dos años y medio próximos, equivalente a un ajuste fiscal de 65.000 millones, resulta que el plan no le gusta a nadie, ni al propio Rajoy. Ni dentro ni fuera de España. El PP se queda sólo defendiéndolo en el Parlamento frente al resto de partidos políticos. Los españoles lo rechazan en la calle, con razón, según las encuestas de Demoscopia (82%) y Sigma-Dos (73%). Los mercados de la deuda lo castigan (prima de riesgo, en 640 puntos básicos). Bruselas (UE) y Berlín (la Alemania de Merkel) lo aplauden aunque no lo defienden frente a los especuladores. Así que el Gobierno Rajoy se encuentra atrapado y busca la salida del laberinto con una supuesta ofensiva de apremio a la UE para que cumpla cuanto antes su promesa de aportar estabilidad financiera a España. Por ejemplo, movilizando al BCE contra los especuladores (compra de deuda).

En eso la lógica y el sentido común están de parte del Gobierno Rajoy. Se entiende la ira de los colectivos afectados por la tijera. Se entiende la contrariedad de los ciudadanos que sellaron en las urnas un pacto político y social con el PP y ahora topan con un presidente elegido democráticamente pero sin libertad para decidir. Lo que no se entiende en absoluto es la mirada distraída de la UE, su falta de implicación, respecto al comportamiento de los mercados después de que el Gobierno de España haya sido un alumno aplicado de Bruselas y del FMI.

La pregunta es inevitable: ¿Tal vez los mercados y los jerarcas europeos tratan de hacer inexorable la intervención del Reino de España? No sería razonable en el cuadro de una economía globalizada y teniendo en cuenta el tamaño de nuestra economía, su potencial de crecimiento, su alto grado de internacionalización, su estabilidad política, la solidez de sus instituciones, etc. Todos saldrían perdiendo. Pero la evolución de los acontecimientos nos invita a sospecharlo.

Para colmo el PSOE se endurece frente al Gobierno Rajoy. Cree que este plan condena a la pobreza a millones de españoles y anuncia que se opondrá con todas sus fuerzas. Se echa de menos una remada política común, aunque la tendencia del que gobierna es exigir la adhesión. Si hubiera voluntad de entenderse se podría articular un conjunto de medidas coherentes con el ideario de ambos. Por un lado, la política de rigor en nombre de la austeridad. Por otro, las políticas de estímulo de la economía. Con mayoría absoluta el PP no necesita de costaleros en su agenda reformista. Pero esto no va de matemáticas sino de política ajustada a la realidad de un momento dramático.

Dice Ramoneda que un gobernante solo puede reconocer que ha perdido la capacidad de elegir si piensa dimitir cinco minutos después. Rajoy lo reconoce pero no tiene la menor intención de tirar la toalla. Ni siquiera después de haber visto los demoledores sondeos aireados ayer en los dos principales diarios madrileños. Hay algo peor que la incapacidad de decidir porque otros han decidido ya por nosotros: seguir en las mismas. Es decir, ceder soberanía y no salir de pobres. Se nos debe estar quedando cara de tontos. Suele ocurrir al descubrir que esas imperativas decisiones ajenas, llevadas por el Gobierno de España al BOE porque no hay alternativa, según nos dicen a todas horas, tampoco sirven para salir del agujero.