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Cataluña levanta castillos en el aire con su pacto fiscal
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Antonio Casado

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Cataluña levanta castillos en el aire con su pacto fiscal

Con la figura política de Rajoy en caída libre (hasta los suyos disparan contra la ambulancia, según diría mi querida Lucía Méndez) y una España paralizada

Con la figura política de Rajoy en caída libre (hasta los suyos disparan contra la ambulancia, según diría mi querida Lucía Méndez) y una España paralizada por el miedo al apagón, a Cataluña no se le ocurre otra cosa que reclamar la independencia fiscal. Como si uno de dos enfermos terminales que comparten habitación reclamase al otro el sitio más cercano a la ventana bajo amenaza de buscarle un problema.

No ha elegido bien Artur Mas el momento de caminar hacia la tierra prometida. Los nacionalistas están ciegos si creen que Cataluña volverá a ser “rica” y “plena” por cuenta de un Estado al borde de la bancarrota. Todo el debate de ayer en el Parlament sobre un presunto cambio en el modelo de financiación y la postura de los distintos partidos políticos a la hora de votar el texto me pareció extravagante, inoportuno, fuera de tiempo y fuera de lugar. Aun así el documento final quedó aprobado con el voto en contra del PP (abstención en algunos epígrafes) y el apoyo parcial del PSC.

No parece que la mejor manera de apoyar la gestión (recurso al Fondo de Liquidez Autonómico) en favor de la Comunidad más endeudada (42.000 millones de euros) sea resucitar los viejos argumentos del nacionalismo catalán sobre su manido déficit con el Estado

Se incluye un mandato al Govern para negociar la propuesta con Madrid a partir del otoño. Se incluye, por supuesto, la creación de una agenda tributaria catalana con plena capacidad recaudatoria y compromiso de solidaridad con el Estado y otras Comunidades Autónomas. Una formulación de difícil encaje jurídico en el actual ordenamiento constitucional. Por tanto, abocada a perderse en la polvareda de una crisis económica cuyos dramáticos apremios no permiten dedicar ni un minuto al eventual implante del modelo vasco en Cataluña.

Se entiende mal el órdago nacionalista –o se entiende demasiado- cuando el consejero de Economía, Mas-Collel, acababa de pedir ayuda financiera al Estado para pagar sus deudas. Acreedores, proveedores y funcionarios de la Cataluña oficial habrán pensado, con razón, que proponer ahora la independencia fiscal de la Comunidad va a distraer a la Generalitat de lo que para ellos es urgente: cobrar por los servicios prestados. Collel dijo negro sobre blanco que pagar a esos acreedores depende del Gobierno central (“No tenemos otro banco”).

No parece que la mejor manera de apoyar la gestión (recurso al Fondo de Liquidez Autonómico) en favor de la Comunidad más endeudada (42.000 millones de euros) sea resucitar los viejos argumentos del nacionalismo catalán sobre su manido déficit con el Estado (unos 16.000 millones de euros de diferencia entre lo aportado y lo recibido). Pero esta vez los argumentos vienen cosidos a una dramática situación económica.

Artur Mas levanta castillos en el aire al decir que el pacto fiscal es la solución a esos problemas, o que “con la mitad del pacto fiscal ya tendríamos déficit cero”. La última versión del cuento de la lechera. Un nuevo atajo para caminar hacia la independencia de Cataluña, que es el confesado objetivo de los nacionalistas. La maniobra es muy burda. Han convertido el endeudamiento catalán y la consiguiente petición de ayuda al Estado en coartadas suplementarias para agitar su ideario.

Con la figura política de Rajoy en caída libre (hasta los suyos disparan contra la ambulancia, según diría mi querida Lucía Méndez) y una España paralizada por el miedo al apagón, a Cataluña no se le ocurre otra cosa que reclamar la independencia fiscal. Como si uno de dos enfermos terminales que comparten habitación reclamase al otro el sitio más cercano a la ventana bajo amenaza de buscarle un problema.

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