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Rato también echa balones fuera en el caso Bankia
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Antonio Casado

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Rato también echa balones fuera en el caso Bankia

Mafo se lavó las manos y Rato también. Sobre el desastre de nuestro cuarto portaviones financiero, cuya factura de 24.000 millones de euros vamos a pagar

Mafo se lavó las manos y Rato también. Sobre el desastre de nuestro cuarto portaviones financiero, cuya factura de 24.000 millones de euros vamos a pagar todos, seguimos igual. De nada ha servido el paso por la comisión parlamentaria de sus dos máximos responsables faciales cuando ocurrieron los hechos: el presidente de Bankia (su primer gestor) y el gobernador del Banco de España (su primer supervisor).

Un motivo más de desafección ante una clase dirigente incapaz de asumir responsabilidades o reconocer un fallo. Piden al ciudadano sacrificios concretos y ofrecen explicaciones abstractas. La culpa de las decisiones equivocadas siempre es de otros. Rato acudió al templo de la soberanía nacional a decir que él hizo las cosas bien y sin coste para el contribuyente. No se molestó en elegir una forma más elegante de insultar la inteligencia de los diputados. Solo a la hora de explicar cómo es posible pasar en 20 días de unos beneficios declarados de 306 millones de euros a un agujero contabilizado de 3.000 millones recurrió al camuflaje semántico, herramienta verbal de quienes algo ocultan: “No hay tal agujero sino cambios de criterio contable. No son pérdidas ni agujeros sino adelantos de deterioros futuros”.

La única novedad. Hubo dimisión y no destitución, según él. Se fue por la falta de confianza del Gobierno, que no aceptó su plan de saneamiento (4 de mayo de 2012), “mucho más barato que el de los actuales gestores” (sin expresa mención a Goirigolzarri)

La única novedad. Hubo dimisión y no destitución, según él. Se fue por la falta de confianza del Gobierno, que no aceptó su plan de saneamiento (4 de mayo de 2012), “mucho más barato que el de los actuales gestores” (sin expresa mención a Goirigolzarri). Pero, sobre todo, “por no suscitar ningún enfrentamiento”. Se supone que con Rajoy, su competidor sucesorio en la cabeza de Aznar, o con Luis de Guindos, su antiguo subordinado en el Ministerio de Economía. O con los dos. La idea de no molestar a sus compañeros de partido también le acompañó ayer. Y lo debió hacer de cine, a juzgar por los calificativos que los diputados del PP le dedicaron al terminar la comparencia: “creíble”, “prudente”, “sólido” e “inteligente”. Nos lo temíamos desde que, antes de comenzar la sesión parlamentaria, vimos aparecer a Rato escoltado por un representante del Gobierno (Luis Ayllón, secretario de Estado de Relaciones con la Cortes), otro del grupo parlamentario del PP (el portavoz, Alfonso Alonso) y otro del partido (González Pons, vicesecretario general).

Según el exvicepresidente del Gobierno, exdirector gerente del Fondo Monetario Internacional y máximo responsable de Cajamadrid-Bankia (enero de 2010- mayo de 2012), todo habría sido como un accidente provocado por la crisis y las erróneas previsiones de los organismos internacionales, aunque tal vez se hubiera evitado sin el mangoneo del Banco de España (fusión con Bancaja), la incompetencia de las auditoras (salida a Bolsa) y el empeño de los Gobiernos en cambiar la normativa según sopla el viento. Ahí estuvo brillante la diputada de UPyD y columnista de El Confidencial, Irene Lozano, cuando sentenció: “El crimen perfecto es el que parece un accidente”.

Lo malo es que el accidentalismo, o los principios de oportunidad o conveniencia, cuentan en el ámbito político pero no en el judicial. En la causa que instruye el juez Andréu las conductas no se valoran en función de una previsión errónea, un cambio de regulación o una mayor o menor interferencia del Gobierno en la marcha de un banco, sino en función de unas figuras penales de presunta aplicación al comportamiento de los 33 gestores de Bankia empapelados en la Audiencia Nacional: apropiación indebida, falsificación de cuentas, maquinación para alterar el precio de las cosas y administración desleal. En sede judicial no vale hablar para el telediario.

Mafo se lavó las manos y Rato también. Sobre el desastre de nuestro cuarto portaviones financiero, cuya factura de 24.000 millones de euros vamos a pagar todos, seguimos igual. De nada ha servido el paso por la comisión parlamentaria de sus dos máximos responsables faciales cuando ocurrieron los hechos: el presidente de Bankia (su primer gestor) y el gobernador del Banco de España (su primer supervisor).

Rodrigo Rato