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Cuando la realidad cambia al gobernante y no al revés
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Antonio Casado

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Cuando la realidad cambia al gobernante y no al revés

Zapatero con barba. Muchas similitudes entre las apelaciones de aquél a las “circunstancias” y las de éste a la “realidad” como coartada de sus respectivos incumplimientos.

Zapatero con barba. Muchas similitudes entre las apelaciones de aquél a las “circunstancias” y las de éste a la “realidad” como coartada de sus respectivos incumplimientos. Rajoy matiza: a él los españoles ya le eligieron para “gobernar contra el viento”. Zapatero, en cambio, llegó en un momento dulce. Según confiesa en su repicadísima entrevista de ayer en cuatro periódicos europeos, esa diferencia, la percepción de los votantes de que le estaban enviando a luchar contra los elementos, le hará reeditar su mandato como presidente del Gobierno. “Cumplir con mi deber me llevará a ganar las elecciones”, dice. Si Rajoy fracasa siempre podrá echarle la culpa a la realidad y no al olvido de sus deberes ni a la clamorosa ruptura del pacto contraído en las urnas, que incluía el desalojo de Zapatero como el principio de la salida del agujero

Puro voluntarismo. Si no acierta siempre podrá echarle la culpa a la realidad y no al olvido de sus deberes ni a la clamorosa ruptura del pacto contraído en las urnas. El pacto incluía el desalojo de Zapatero como el principio de la salida del agujero y ciertos retoques estructurales a la economía española que el incompetente Gobierno socialista no hizo a su debido tiempo. Hasta cinco minutos antes del recuento electoral del 20 de noviembre, el PP aireó esas dos condiciones como necesarias y suficientes para liberar a los españoles del mal Gobierno del PSOE. La penosa realidad que amarga la vida al presidente del Ejecutivo y a todos los españoles es que hemos ido a peor y ya le están empezando a pasar factura. De momento, solo en las encuestas, donde los dos grandes partidos políticos del espectro parlamentario pagan su pecado común: el de hacer lo contrario de lo prometido y romper el pacto de las urnas.

Se explica, se justifica, pero no se perdona. En términos políticos y electorales de nada sirve apelar a las circunstancias o tratar de convencernos de que se hace lo debido, aunque no le guste ni al propio presidente del Gobierno, porque no hay otro remedio. Sin embargo, Rajoy insiste en el argumento: “Soy consciente de que no es agradable pero lo que me ha impedido implementar mi programa ha sido la realidad, créanme que entiendo la decepción de los ciudadanos, muchos de ellos han votado por mi partido”.

Educados en el principio de que se elige al gobernante para que cambie la realidad en función del interés común, los ciudadanos sólo pueden interpretar como un fracaso en toda regla el hecho de que sea la realidad la que cambia al gobernante. Personalmente le deseo suerte, porque es persona digna de aprecio y sobrada de virtudes, pero creo que políticamente se equivoca Rajoy si cree que va a conservar el favor de los votantes apelando al cumplimiento del deber, la herencia recibida o a la “exasperante lentitud” de las instituciones europeas.  

Zapatero con barba. Muchas similitudes entre las apelaciones de aquél a las “circunstancias” y las de éste a la “realidad” como coartada de sus respectivos incumplimientos. Rajoy matiza: a él los españoles ya le eligieron para “gobernar contra el viento”. Zapatero, en cambio, llegó en un momento dulce. Según confiesa en su repicadísima entrevista de ayer en cuatro periódicos europeos, esa diferencia, la percepción de los votantes de que le estaban enviando a luchar contra los elementos, le hará reeditar su mandato como presidente del Gobierno. “Cumplir con mi deber me llevará a ganar las elecciones”, dice. Si Rajoy fracasa siempre podrá echarle la culpa a la realidad y no al olvido de sus deberes ni a la clamorosa ruptura del pacto contraído en las urnas, que incluía el desalojo de Zapatero como el principio de la salida del agujero