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El ‘president’ Artur Mas tira la piedra y esconde la mano
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Antonio Casado

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El ‘president’ Artur Mas tira la piedra y esconde la mano

Por el mismo precio podría convocarse en Madrid el próximo 12 de octubre una marcha españolista en defensa del dogma civil que proclama en la Constitución

Por el mismo precio podría convocarse en Madrid el próximo 12 de octubre una marcha españolista en defensa del dogma civil que proclama en la Constitución la unidad indivisible de la patria común. Debidamente motivada, con las dosis justas de fervorín, más o menos las utilizadas por Artur Mas para su marcha independentista del 11 de septiembre, también acabaría siendo una marcha “masiva”, como la de esta tarde en Barcelona a favor de una causa claramente anticonstitucional.

¿Pero quién y por qué va a convocar una manifestación en defensa de la obviedad recogida en el artículo 2 de la Constitución Española? Nadie tiene necesidad de reivindicar lo obvio. Salvo quizás quienes están afectados de lo que Arcadi Espada llama el “mal de patria”. Y esos se disponen a escenificar la “mascarada”, según la califica el escritor catalán.

Los campesinos catalanes apenas se movilizaron en 1640 (guerra de secesión) y en 1714 (guerra de sucesión a la Corona de España), los dos momentos de la historia utilizados como fertilizantes del nacionalismo que esta tarde se echa a la calle para que el president Mas pueda convertir en bonus de poder la marcha independentistaLa normalización democrática nos aproxima a una política deshabitada de emociones patrióticas. No se podía esperar otra cosa de un país cuyo himno nacional no tiene letra. Definitivamente arrinconadas en el trastero de la memoria colectiva aquellas canciones que formaron la banda sonora de las generaciones de la posguerra (“Isabel y Fernando”, “Cubre tu pecho”, “Montañas nevadas”…), a quienes nos sentimos irremediablemente españoles nos basta la cara de Iniesta, de Fernando Alonso o de Rafa Nadal cuando está sonando el himno. Suficiente para alcanzar el punto de exaltación que no necesita de manifestaciones masivas si se trata de reconocerse en un sentimiento de pertenencia al territorio común y al largo viaje histórico compartido por las tribus peninsulares.

Incluidas las que vienen a cuento, por supuesto. Con sonados actos de españolismo, empezando por la participación de los catalanes (y de los vascos, por cierto) en la batalla de las Navas de Tolosa hace 800 años. Y otros más recientes, como la Guerra Gran (1793), cuando los catalanes plantaron cara a la Francia revolucionaria que le había declarado la guerra a España. O su impresionante movilización ante las fuerzas invasoras de Napoleón en 1808.

Por el mismo precio podría convocarse en Madrid el próximo 12 de octubre una marcha españolista en defensa del dogma civil que proclama en la Constitución la unidad indivisible de la patria común. Debidamente motivada, con las dosis justas de fervorín, más o menos las utilizadas por Artur Mas para su marcha independentista del 11 de septiembre, también acabaría siendo una marcha “masiva”, como la de esta tarde en Barcelona a favor de una causa claramente anticonstitucional.

Artur Mas