Es noticia
A falta de una voz única frente al órdago independentista
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

A falta de una voz única frente al órdago independentista

Fue en una sonora pitada contra el himno nacional (estadio Vicente Calderón, mayo 2012, final de la Copa del Rey) cuando el nacionalismo se reconoció por

Fue en una sonora pitada contra el himno nacional (estadio Vicente Calderón, mayo 2012, final de la Copa del Rey) cuando el nacionalismo se reconoció por última vez. Ayer tocaba hacerlo en “masiva” marcha independentista contra quienes impiden que Cataluña sea un Estado europeo.

Pero cuando Mariano Rajoy reciba el próximo dia 20 en Moncloa al presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, no podrá quedarse en una reprimenda al president por empeñarse en resolver con pitos y “algarabías” sus ataques de contrariedad. Más allá de la guerra de cifras lo visto en las calles de Barcelona, por mucho que nos parezca una extemporánea e injusta teatralización del sentimiento secesionista, no se puede despachar como si fuera una pedrada más contra la España que prohíbe una Cataluña rica y plena.

Es evidente que Artur Mas va a convertir esta movilización del independentismo en palanca política al servicio de su principal objetivo: el llamado pacto fiscal como precio de la renuncia a la secesión

Por sus declaraciones de estos días ya sabemos cómo piensa gestionar el presidente de la Generalitat el clamor de ayer tarde. “Vuestro clamor es el mío”, dijo desde su calculada distancia (estar sin estar). Es evidente que Artur Mas va a convertir esta movilización del independentismo en palanca política al servicio de su principal objetivo: el llamado pacto fiscal como precio de la renuncia a la secesión. Dicho de otro modo: la amenaza de la secesión, excitando oportunamente el sentimiento independentista como resorte para conseguir la llave de la caja. Lo ha dicho Mas con toda claridad: “Si no hay pacto fiscal se abre la vía para la libertad de Cataluña”.

Se trata de saber ahora cómo lo va a gestionar el Gobierno de la Nación y, de forma especial, los dos grandes partidos políticos españoles, teóricamente defensores del orden constitucional. Hablo de las respectivas secciones catalanas del PSOE y del PP que, junto al Gobierno, deberían elaborar un discurso común de inequívoca defensa del vigente Estatuto de Autonomía, parcialmente retocado por el Tribunal Constitucional. Una cosa es el deber ser y otra el impreciso juego de posiciones respecto al enésimo desafío del nacionalismo catalán, que esta vez parece venir crecido. El sentimiento independentista ha pasado del 36% al 51% en los últimos diez años, según las encuestas.

Nada permite anunciar que habrá una sola voz del bloque constitucional frente a la ofensiva independentista. El presidente, Mariano Rajoy, con su característica indolencia verbal, se limitó ayer a pedir a Artur Mas que recapacite. La representante del PP en Cataluña, Alicia Sánchez Camacho, denuncia los peligros, incluso con riesgo de violencia, de la estrategia nacionalista. Y los socialistas dicen que toman nota y se disponen a dar una respuesta al movimiento conscientes de que “habrá que hacer cambios en algunos de nuestros planteamientos” después de un “análisis sosegado” (portavoz del PSC, Jaume Collboni).

El líder del socialismo catalán, Pere Navarro, sigue hablando de “federalismo”, “como elemento de contención del independentismo”, dice, mientras que su jefe de filas, Pérez Rubalcaba, habla de “catalanismo de izquierdas”. Me temo que el lenguaje se va a convertir en este caso en el burladero del PSOE para encubrir su mirada distraída ante el grave reto escenificado por el independentismo catalán en las calles de Barcelona.

Fue en una sonora pitada contra el himno nacional (estadio Vicente Calderón, mayo 2012, final de la Copa del Rey) cuando el nacionalismo se reconoció por última vez. Ayer tocaba hacerlo en “masiva” marcha independentista contra quienes impiden que Cataluña sea un Estado europeo.