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La dimisión de Aguirre, no tan inesperada
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Antonio Casado

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La dimisión de Aguirre, no tan inesperada

Por una vez, y sin que sirva de precedente, los seguidores de Esperanza Aguirre entienden y aplauden las palabras del socialista Tomás Gómez, tras saber que

Por una vez, y sin que sirva de precedente, los seguidores de Esperanza Aguirre entienden y aplauden las palabras del socialista Tomás Gómez, tras saber que la presidenta da un paso atrás y se retira de la primera línea. Crece la autoestima del líder del PSM al reconocer la enorme dimensión política de su adversaria, a la que le desea lo mejor en su vida personal. Es una significativa muestra del respeto con el que, en general, se ha recibido la dimisión de la presidenta madrileña.

Además del respeto, la sorpresa. Solo relativa. Si ustedes se toman la molestia de echar un vistazo a mi artículo del 28 de octubre del año pasado (“Un chotis madrileño para bailar después del 20-N”, en este mismo rincón de El Confidencial), donde anunciaba que no acabarían sus respectivas Legislaturas ni Ruiz Gallardón como alcalde de Madrid ni Esperanza Aguirre como presidenta de la Comunidad, verán que no es tan sorprendente la dimisión de esta “por buenas y muy humanas razones, más personales que políticas”, escribí entonces.

Queda el trámite de la investidura parlamentaria de González, que se llevará a cabo en fechas próximas. Pero queda sobre todo saber cómo va a ser recibido en Génova. Se supone que Rajoy hará de tripas corazón porque no está el panorama para enredarse en cuestiones de menor cuantía

Así que de sorpresa, nada. La decisión estaba tomada desde que la enfermedad redobló la llamada de la familia. Y si no se produjo antes fue por la necesidad de dejar encauzado el planteamiento de una nueva etapa, incluida la cuestión sucesoria. Un problema político que se le había complicado desde que en el mes de abril del año pasado, en vísperas de las elecciones autonómicas, tuvo que elegir entre Francisco Granados e Ignacio González porque no podía haber dos gallos en el mismo corral.

Con lo que no contaba es con la insumisión de Granados, que no quiso aceptar el puesto de portavoz del PP en la Asamblea de Madrid y dejar el campo libre a González. La negativa no le sentó bien a la presidenta (“Pues si no aceptas el puesto de portavoz tampoco vas a estar en el Gobierno conmigo”, le dijo), pero se salió con la suya. Fulminó a Granados como número dos del PP de Madrid en un comité regional (23 de noviembre de 2011), lo sustituyó por González y dejó a éste en la pole position. En el XV congreso regional (abril 2012) se confirmaría el cargo de secretario general, con Aguirre de presidenta.

Conjurada la posibilidad de que Mariano Rajoy le frenase la operación sucesoria (Granados se hacía el encontradizo con Rajoy en Génova mientras que González nunca fue bien recibido allí) y ya consolidado González como número dos tanto en el partido como en el Gobierno de la Comunidad, ha entendido Esperanza Aguirre que las razones personales y familiares ya no podían seguir esperando. Y este era el momento.

Queda el trámite de la investidura parlamentaria de González, que se llevará a cabo en fechas próximas. Pero queda sobre todo saber cómo va a ser recibido en Génova. Se supone que Rajoy hará de tripas corazón porque no está el panorama para enredarse en cuestiones de menor cuantía. Así que bastará la banda sonora del sentido elogio a la figura de Esperanza Aguirre y el reconocimiento por los servicios prestados a lo largo de su dilatada carrera política. Si es que a alguien no le da por ver ciertos escándalos más o menos recientes a la luz de la rivalidad entre Granados y González, que iban de aspirantes a suceder a la lideresa. Pero, claro, el chotis se baila en pareja. Y cuando Aguirre lo bailaba con los dos los pisotones eran frecuentes. 

Por una vez, y sin que sirva de precedente, los seguidores de Esperanza Aguirre entienden y aplauden las palabras del socialista Tomás Gómez, tras saber que la presidenta da un paso atrás y se retira de la primera línea. Crece la autoestima del líder del PSM al reconocer la enorme dimensión política de su adversaria, a la que le desea lo mejor en su vida personal. Es una significativa muestra del respeto con el que, en general, se ha recibido la dimisión de la presidenta madrileña.