Es noticia
Reconocimiento y respeto a Santiago Carrillo, por favor
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

Reconocimiento y respeto a Santiago Carrillo, por favor

Desde que a la edad de 21 años formase parte de aquel grupo de “jóvenes revolucionarios” (Chaves Nogales dixit) de la Junta de Defensa de un

Desde que a la edad de 21 años formase parte de aquel grupo de “jóvenes revolucionarios” (Chaves Nogales dixit) de la Junta de Defensa de un Madrid machacado por los golpistas de 1936, Santiago Carrillo ha sido un primer actor de la zurrada historia española del siglo XX. Pero fue en los años de la transición de la Dictadura a la Democracia (1975-1985) cuando cobró un papel relevante. Es un nombre fijo en el reducido elenco de quienes fueron realmente decisivos a la hora de forjar el régimen de libertades que disfrutamos aquí y ahora.

placeholder

Uno sería el Rey don Juan Carlos. Otro, Adolfo Suárez. Los dos supieron abrir por dentro las puertas del régimen franquista para que entrasen las libertades a la muerte del general (1975). Con la valiosa colaboración de dos políticos de raza políticamente incompatibles: Manuel Fraga y Santiago Carrillo. Se va éste ocho meses después. Espero que con el mismo respeto de amigos y enemigos con el que se fue Fraga. 

Carrillo merece el mismo respeto de amigos y enemigos con el que se fue Fraga. Sin la labor de control y apaciguamiento de ambos en el margen derecho y en el margen izquierdo de la hoja de ruta ideada en julio de 1976, no hubiera sido posible aquel tránsito inesperadamente pacíficoAmbos lo merecen. Sin su labor de control y apaciguamiento en el margen derecho y en el margen izquierdo de la hoja de ruta ideada en julio de 1976 (caída de Arias, nombramiento de Suárez), no hubiera sido posible aquel tránsito inesperadamente pacífico.

Por tanto, reconocimiento y respeto para don Santiago Carrillo, por favor. Dicho sea pensando en quienes utilizan un incierto episodio de su vida como una forma de compensar la memoria del horror cosida a los sublevados de 1936 y quienes aún los justifican con historias para no dormir.

Cuando se produjo el consabido sobresalto de 1981 (23-F), los españoles ya habían votado en paz dos veces (1977 y 1979). Ante el peligro real de descarrilamiento sangriento, tanto Fraga como Carrillo revalidaron su compromiso con las libertades en una desdoblada estampa de dignidad y coraje ante los golpistas de Tejero.

Y por ello, entre otras cosas, Carrillo figura entre la media docena de hombres a los que debemos la feliz recuperación de la democracia después de los cuarenta años de una dictadura levantada sobre la sangre de cientos de miles de españoles. Quiso, supo y pudo canalizar la formidable capacidad movilizadora de aquel Partido Comunista de los años setenta hacia la más patriótica y más generosa de las causas: la reconciliación nacional.

Desde que a la edad de 21 años formase parte de aquel grupo de “jóvenes revolucionarios” (Chaves Nogales dixit) de la Junta de Defensa de un Madrid machacado por los golpistas de 1936, Santiago Carrillo ha sido un primer actor de la zurrada historia española del siglo XX. Pero fue en los años de la transición de la Dictadura a la Democracia (1975-1985) cuando cobró un papel relevante. Es un nombre fijo en el reducido elenco de quienes fueron realmente decisivos a la hora de forjar el régimen de libertades que disfrutamos aquí y ahora.