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La oferta de Mas a Rajoy: gano yo o pierdes tú, a elegir
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Antonio Casado

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La oferta de Mas a Rajoy: gano yo o pierdes tú, a elegir

Veinticuatro horas antes de que hoy el presidente de la Generalitat, Artur Mas, busque la llave de la caja bajo las alfombras de Moncloa antes

Veinticuatro horas antes de que hoy el presidente de la Generalitat, Artur Mas, busque la llave de la caja bajo las alfombras de Moncloa antes de decidir si pone a Cataluña en la senda segregacionista, Mariano Rajoy dijo en el Congreso que se limitará a aplicar la ley y la Constitución, según juró que haría al asumir el cargo de presidente del Gobierno. Amén. Un buen momento de solemnizar la obviedad. A veces el verbo escasamente florido de Rajoy es el ideal como desactivador de planteamientos extravagantes. Por muy sofisticados que sean. Y lo son estos del nacionalismo reinventado en las calles de Barcelona: Cataluña como unidad de destino en Europa pero de buen rollo con sus vecinos españoles.

Frente al cuento de la lechera, sentido común. Y frente al delirio político, la legislación vigente. Esa ha de ser la postura del presidente del Gobierno de la Nación en su cita de hoy. De buen rollo, servida con una sincera y prolongada declaración de amor a Cataluña y los catalanes, en la seguridad de estar interpretando el sentir del conjunto de los españoles. En justa correspondencia al amor fraternal que la inmensa mayoría de catalanes sienten por castellanos, aragoneses, gallegos, vascos,  navarros… En fin, por el conjunto de los españoles con los que han compartido una larga, fecunda e ininterrumpida singladura histórica desde aquella cita en las Navas de Tolosa contra el enemigo común.

Artur Mas habrá ganado si hoy consigue del presidente alguna esperanza de negociar el pacto fiscal. Y si no hay pacto fiscal se abriría el camino hacia la segregación de Cataluña. Entonces perderíamos todos. Espero que el presidente no piqueNo tengo la menor duda de que Mariano Rajoy, cuya estirpe gallega le acredita como típico producto de la diversidad nacional, lleva bien arraigado el sentimiento de pertenencia. También debe contar en su argumentario, tanto como en el de Mas. En el caso del presidente del Gobierno, las emociones vienen asistidas por la razón, donde reposa el principio de legalidad. Amén de la razón histórica, que ha ido forjando la pluralidad en régimen de soberanía única e indivisible. Un producto jurídico-político-sentimental que ha sobrevivido a toda clase de avatares desde la unión de Castilla y Aragón en 1492.

Como símbolo de la “unidad y permanencia” de ese producto de la voluntad de los españoles, el rey don Juan Carlos hizo su papel hace unos días al ponernos en guardia frente a los que alientan disensiones y persiguen quimeras. Los nacionalistas no tardaron ni un minuto en acusarle de ignorar la diversidad. ¿Les parece poca la nacida de la descentralización del poder diseñada en el título VIII de la Constitución? El límite de la diversidad es la fragmentación, por ruptura del principio de soberanía única. Palabras mayores. Y menos como elemento de presión para lograr el llamado pacto fiscal.

Puede ser una cuestión de sentimientos. El de pertenencia o el de fatiga, como sostiene Mas. O ambos. Pero sostengo que el nacionalismo catalán, ahora en el poder autonómico, se gestiona como si fuera una cuestión de dineros contantes y sonantes. Los asistentes a la “marcha independentista” de se la semana pasada consultados en la radio y la televisión deslizaban el mismo mensaje en sus respuestas a los reporteros: el Estado nos roba, los catalanes pagamos más de lo que recibimos y para eso es mejor que nos salgamos. Reproducen fielmente el discurso que hoy lleva Artur Mas a la Moncloa. Habrá ganado si consigue del presidente alguna esperanza de negociar el pacto fiscal. Y si no hay pacto fiscal se abriría el camino hacia la segregación de Cataluña. Entonces perderíamos todos. Es la opción que hoy planteará el president a Mariano Rajoy: o gano yo o pierdes tú, a elegir. Espero que el presidente no pique.

Veinticuatro horas antes de que hoy el presidente de la Generalitat, Artur Mas, busque la llave de la caja bajo las alfombras de Moncloa antes de decidir si pone a Cataluña en la senda segregacionista, Mariano Rajoy dijo en el Congreso que se limitará a aplicar la ley y la Constitución, según juró que haría al asumir el cargo de presidente del Gobierno. Amén. Un buen momento de solemnizar la obviedad. A veces el verbo escasamente florido de Rajoy es el ideal como desactivador de planteamientos extravagantes. Por muy sofisticados que sean. Y lo son estos del nacionalismo reinventado en las calles de Barcelona: Cataluña como unidad de destino en Europa pero de buen rollo con sus vecinos españoles.

Mariano Rajoy