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Cataluña y la espesura semántica de los socialistas
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Antonio Casado

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Cataluña y la espesura semántica de los socialistas

El discurso de Pere Navarro no nos saca de dudas. Sostiene el flamante candidato del PSC a la Generalitat que los socialistas no quieren que Artur

El discurso de Pere Navarro no nos saca de dudas. Sostiene el flamante candidato del PSC a la Generalitat que los socialistas no quieren que Artur Mas les lleve a la independencia de Cataluña ni que el PP traiga a la Guardia Civil para impedirlo. Seguimos sin saber qué es lo que quieren los socialistas, más allá de jugar con el concepto “federalismo”, de sencilla formulación y dificilísimo desarrollo en la España de aquí y ahora.

En su primer discurso como candidato, Navarro se desmarcó del independentismo sin hacerle ascos a un eventual referéndum de autodeterminación. Siguió el hilo del discurso de Rubalcaba en cuanto a una eventual reforma constitucional que hiciera posible la consulta para votar luego ‘no’ a la independencia. Y rizó el rizo con un nuevo dribling verbal: “Unión libre en la diversidad”, sin molestarse en aclarar si el actual Estado de las Autonomías no es exactamente eso, la España una y diversa. Por no ser visto como un adepto del nacionalismo español, de lo que dice huir tanto como del nacionalismo catalán. Seguimos sin saber qué es lo que quieren los socialistas, más allá de jugar con el concepto “federalismo”, de sencilla formulación y dificilísimo desarrollo en la España de aquí y ahora

Son las últimas aportaciones a la espesura semántica de los socialistas cuando toca explicar su idea del encaje de Cataluña en España. Ahora toca más que nunca. Y toca hacerlo de la forma más clara que nunca ante la inoportuna, irresponsable e interesada  deriva segregacionista liderada por Artur Mas. Sin embargo, el papel de los socialistas de allá y de acá ante el órdago del nacionalismo catalán sigue siendo tan acomplejado como siempre a la hora de reconocerse como “partido”, como  “socialista”, como “obrero” y como “español”. 

En eso de acomplejarse ante los tirones del nacionalismo catalán no le va muy a la zaga el otro partido político de ámbito nacional. Uno y otro, el PP y el PSOE, siempre acaban elaborando un relato defensivo, o incluso de amparo a los nacionalistas, como si fueran una especie protegida, cuando en realidad parten de una descarada explotación del victimismo (la víctima debería ser la parte débil). Los nacionalistas catalanes se adjudican el papel de vírgenes ofendidas. Sin embargo se las arreglan para que el discurso activo sea el suyo y reactivo el de quienes recogen el 90% de los votos en un régimen de soberanía única e indivisible.

Es evidente que la posición del Gobierno es más clara que la del PSOE en la defensa de los dogmas políticos, civiles, jurídicos, históricos, etc., que convierten el discurso secesionista en la persecución de una quimera. Pero también es cierto que hasta hace cinco minutos el PP se sentía socio preferente de CiU y ayudaba a Mas a sobrevivir en el Parlament.

No tiene sentido culparse mutuamente de haber alentado más o menos esta peligrosa deriva soberanista. Levantar el muro de contención, en nombre de la razón civil que inspira la legalidad vigente, debe ser tarea conjunta de los dos pilares básicos del sistema de representación política, el derecho y el izquierdo. Aunque en el caso del PSOE el “Adéu, Rubalcaba” de Ernest Maragall se acabe contagiando a un segmento del PSC.

El discurso de Pere Navarro no nos saca de dudas. Sostiene el flamante candidato del PSC a la Generalitat que los socialistas no quieren que Artur Mas les lleve a la independencia de Cataluña ni que el PP traiga a la Guardia Civil para impedirlo. Seguimos sin saber qué es lo que quieren los socialistas, más allá de jugar con el concepto “federalismo”, de sencilla formulación y dificilísimo desarrollo en la España de aquí y ahora.

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