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El PSOE hace memoria, pero se queda en las palabras
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Antonio Casado

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El PSOE hace memoria, pero se queda en las palabras

Dirigentes de antes y de ahora se citaron ayer por la mañana en el Palacio de Congresos de Madrid para celebrar el treinta aniversario del primer

Dirigentes de antes y de ahora se citaron ayer por la mañana en el Palacio de Congresos de Madrid para celebrar el treinta aniversario del primer Gobierno socialista de nuestra reciente historia. Podrían haberse centrado en el hecho de mostrar a la sociedad española que no se ha roto el hilo que ha ido hilvanando la historia de éxitos y fracasos del PSOE, de aciertos y errores. Habría sido más positivo con autocrítica incluida y alguna aproximación a reconocer el punto en que todo se empezó a joder (copyright Vargas Llosa) en la marcha de un partido centenario. Pero todos los oradores se la cogieron con papel de fumar y el acto se quedó en un juego de palabras.

La excusa consistió en rendir homenaje a la persona de Felipe González treinta años después de formar su primer Gobierno. El protagonista no quiso cruzar su memoria con la de Almunia-Borrell, la de Zapatero y la de Rubalcaba, que son las tres edades del PSOE acumuladas al felipismo inaugural. Y sin memorias cruzadas de los primeros actores, los de antes, los de ahora y los del medio, presentes en la celebración (excepto Almunia), los oradores estaban abocados a quedarse en unos cuantos lugares comunes de vuelo corto.

Y tan corto. Para el consumo rápido en medios de comunicación, la entrega no ha podido ser más retórica. Según Felipe, “el PSOE ha perdido vocación mayoritaria y debe recuperarla”. Como si hubiera detectado en su familia política un inesperado regusto por el discreto encanto de los partidos marginales. El sofisma se las trae. Sobre todo si, al mismo tiempo, dice ver en el actual secretario general, Rubalcaba, “la mejor cabeza del PSOE”. De una forma implícita nos invita a deducir que el más dotado de los dirigentes, según él, reniega de la histórica vocación de este partido a conectar con las mayorías sociales.

Ese es el disparate alojado en la obviedad de Felipe. En vez de decir que el PSOE debe recuperar su aspiración a ser partido de mayorías, podría haber dicho que la solución a los problemas del PSOE está en volver a ganar las elecciones. Vaya descubrimiento. Para llegar a esa conclusión no hace falta haber sido jefe de pista del partido durante veintitantos años y presidente del Gobierno durante más de trece. Se entiende que ante el medio centenar de ministros y cientos de dirigentes o exdirigentes asistentes (sus recuerdos se cruzan o colisionan), Felipe, Rubalcaba y Zapatero no quisieran estropear la fiesta con sus recetas para salir de un agujero sin precedentes en la historia del partido. Y si se hubieran aventurado a señalar las causas, ni les cuento.

El formato del evento no admitía la autocrítica sobre lo ocurrido ni la exposición de ideas luminosas para que no vuelva a ocurrir. Así que Felipe se limitó a solemnizar la obviedad contagiando a Rubalcaba. Si aquel dijo que lo importante es tener vocación de mayoría, este dijo que lo importante es tener vocación de ser “fuertes”. Fue una de las dos grandes aportaciones verbales de Rubalcaba a estos juegos florales. La otra es igual de aleatoria: “radicalismo reformista”. En eso consiste, al parecer, el método de la remontada. Lo cual no nos saca de dudas, mientras persiste esa dramática pérdida de credibilidad de los socialistas, que no deberían consolarse con la evidente caída del PP en los sondeos.

Dirigentes de antes y de ahora se citaron ayer por la mañana en el Palacio de Congresos de Madrid para celebrar el treinta aniversario del primer Gobierno socialista de nuestra reciente historia. Podrían haberse centrado en el hecho de mostrar a la sociedad española que no se ha roto el hilo que ha ido hilvanando la historia de éxitos y fracasos del PSOE, de aciertos y errores. Habría sido más positivo con autocrítica incluida y alguna aproximación a reconocer el punto en que todo se empezó a joder (copyright Vargas Llosa) en la marcha de un partido centenario. Pero todos los oradores se la cogieron con papel de fumar y el acto se quedó en un juego de palabras.