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¿Será peor el 2013 que viene que el 2012 que se va?
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Antonio Casado

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¿Será peor el 2013 que viene que el 2012 que se va?

Nadie, absolutamente nadie, sale ganando por echar la vista atrás. Pero es lo que toca al caer la última hoja del calendario de este horribilis 2012.

Nadie, absolutamente nadie, sale ganando por echar la vista atrás. Pero es lo que toca al caer la última hoja del calendario de este horribilis 2012. Y sólo una cuestión de fe (creer lo que no vimos, como nos enseñaban en la escuela), impuesta por el aún vigente espíritu navideño, nos empuja a esperar la salida del túnel al final del año entrante. Así lo ve el presidente del Gobierno. Y no procede desoír sus apelaciones a la comprensión y la solidaridad. Además, el sentido común está de nuestra parte. Es muy difícil que el año que viene sea peor que el año que se va.

Así que estaremos mucho mejor dentro de 365 días. Lo dicta el sentido común y lo proclama Mariano Rajoy, aunque todavía tengamos por delante un año muy duro bajo el signo de los recortes, se supone, que son el heraldo de la recesión como la recesión lo es del paro, tal y como se acredita en el discurso del presidente al pedir a los Reyes Magos que la cifra de parados no llegue a los seis millones de aquí a un año.

Así están las cosas. Todo ha sido más complicado de lo que esperaba Rajoy, según confesaba en su rueda de prensa del viernes pasado, “porque no estamos donde quisiéramos estar”. Una piadosa e indirecta forma de reconocer que las cosas están peor que estaban con Rodríguez Zapatero si aplicamos el mismo sistema de pesos y medidas. Todos los indicadores negativos han crecido en el primer año del Gobierno del PP. A saber: paro, recesión, pobreza, desigualdad, malestar de la ciudadanía y desconfianza en la clase política.

De la herencia al heredero y del heredero a la herencia al hacer balance del año que termina. El espíritu de síntesis nos invita a constatar que si el error de Zapatero fue el reconocimiento tardío de la crisis económica, el de Mariano Rajoy fue hacer creer a los españoles que con echar a los socialistas era suficiente para volver a crear empleo y empezar la remontada. Pero reconózcase que la penalización del error fue más dura en el caso de Zapatero –el presidente más vilipendiado de nuestra reciente historia-, que en el caso del ya presidente del Gobierno, que el viernes pasado también hizo un reconocimiento tardío de su error: el de hacernos creer que con él se acabaría el paro, que tenía un plan para sacarnos de la crisis, que sólo con sustituir al Gobierno del PSOE por uno del PP crecería la confianza en España y bajaría la prima de riesgo.

Que Rajoy admita ahora que “las cosas eran más difíciles de lo que pensábamos” no le ha servido para aplacar al líder del principal grupo de la oposición, Pérez Rubalcaba: “2012 ha sido un año para olvidar”. Según él, si las cosas están peor no es por culpa de la herencia recibida, sino a causa de la derecha llamada a administrarla. Un planteamiento claramente ideológico que anticipa la forja de una alternativa de poder. Es una de las dos tareas principales del PSOE para el año entrante. La otra es el acercamiento a los ciudadanos y sus problemas reales. ¿O alguien se cree en serio que Rubalcaba va a abrir ahora la campaña de las primeras internas como le ha pedido Griñán?

Nadie, absolutamente nadie, sale ganando por echar la vista atrás. Pero es lo que toca al caer la última hoja del calendario de este horribilis 2012. Y sólo una cuestión de fe (creer lo que no vimos, como nos enseñaban en la escuela), impuesta por el aún vigente espíritu navideño, nos empuja a esperar la salida del túnel al final del año entrante. Así lo ve el presidente del Gobierno. Y no procede desoír sus apelaciones a la comprensión y la solidaridad. Además, el sentido común está de nuestra parte. Es muy difícil que el año que viene sea peor que el año que se va.