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Adiós a Thatcher y Sampedro, tan distintos, tan distantes
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Antonio Casado

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Adiós a Thatcher y Sampedro, tan distintos, tan distantes

En la banda sonora del adiós reverencial a Margaret Thatcher, abanderada del sálvese quien pueda, se coló ayer la muerte de José Luis Sampedro, que predicaba

En la banda sonora del adiós reverencial a Margaret Thatcher, abanderada del sálvese quien pueda, se coló ayer la muerte de José Luis Sampedro, que predicaba desde el otro lado de la barricada contra el capitalismo salvaje. Malos tiempos para exponerse a la comparación. En este reino de los mercados y el culto a la prima de riesgo siempre saldría perdiendo el brillante humanista español.

De ese reino no puede ser el mundo de un economista que clasificaba a los de su especie profesional en dos grandes grupos: “Los que se dedican a hacer más ricos a los ricos y los que nos dedicamos a hacer menos pobres a los pobres”. Con eso está dicho todo en este acercamiento interesado a dos personajes que acaban de irse con el respeto y la admiración de sus contemporáneos. Por distintas razones, se entiende. Por razones radicalmente contrapuestas. Y la oportunidad del doble obituario nos ofrece la oportunidad de retratarnos.

Margaret Thatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidos fueron los precursores de un sistema de pensamiento que, aplicado a la gestión de los intereses generales, dio lugar a la llamada revolución conservadora. Orientado a liberar la energía de los individuos frente al Estado protector, acabó forjando una vigorosa clase media después de haber dejado un visible rastro de desempleo, exclusión social y deterioro de los servicios públicos. Todo un canto a la libertad del individuo. Como si se pudiera elegir. Como si el paro y la pobreza también fueran opcionales.

Thatcher forjó vigorosa clase media después de haber dejado un visible rastro de desempleo y deterioro de los servicios públicos. Todo un canto a la libertad del individuo. Como si se pudiera elegir. Como si el paro y la pobreza fueran opcionales

Seguramente habría sido un precio demasiado alto para José Luis Sampedro, gran defensor de los modelos sociales en una Europa de los ciudadanos y no en una Europa de los capitales. O no. Le toca quedarse con el beneficio de la duda porque nunca echó de menos el oficio de gobernante. Su relación con la política se limitó a un fugaz paso por el Senado (por designación real) en la Legislatura fundacional de 1977. Lo suyo fue enseñar en la Universidad los secretos de la economía y escribir sobre la condición humana (La sonrisa etrusca, El río que nos lleva o Desde la frontera, su maravilloso discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua).

Con sus libros sobre estructura económica y economía aplicada han estudiado varias generaciones de universitarios. La Thatcher habría quemado al menos uno de ellos: La fuerzas económicas de nuestro tiempo, traducido a seis idiomas y, por cierto, muy leído en la Inglaterra laboralista de finales de los setenta. Justo en vísperas de la llegada al poder de la Dama de Hierro con la idea fija de suprimir los modelos socializantes vigentes en su país y propuestos por Sampedro en ese y otros libros.

En algo se parecían. José Luis Sampedro y Margaret Thacher tenían en común la firmeza en sus respectivas convicciones. De modo que en la expremier británica uno admira su capacidad de liderazgo, aunque no lo que lideraba. Y en Sampedro, su filantropía. Como escritor y como economista, su patria era todo lo humano, como le reconocen sus discípulos, sus amigos y, sobre todo, los indignados del 15-M, que por su traducción al español conocieron las proclamas de Stéphane Hessel.

En la banda sonora del adiós reverencial a Margaret Thatcher, abanderada del sálvese quien pueda, se coló ayer la muerte de José Luis Sampedro, que predicaba desde el otro lado de la barricada contra el capitalismo salvaje. Malos tiempos para exponerse a la comparación. En este reino de los mercados y el culto a la prima de riesgo siempre saldría perdiendo el brillante humanista español.

Margaret Thatcher