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Enésima oleada de ‘quinielismo’ sucesorio en el PSOE
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Antonio Casado

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Enésima oleada de ‘quinielismo’ sucesorio en el PSOE

El presunto aspirante a la Secretaría General del PSOE, Eduardo Madina, declaró ayer en las puertas de Ferraz ante una nube de periodistas, a la espera

El presunto aspirante a la Secretaría General del PSOE, Eduardo Madina, declaró ayer en las puertas de Ferraz ante una nube de periodistas, a la espera de no se sabe qué bombazo informativo, que el puesto no está vacante. Semejante obviedad sirvió para frenar la enésima oleada de quinielismo de sustitución. Es decir, una especie de carrera en círculo, detrás de una sombra, para ocupar un puesto que ya está ocupado, según propia confesión de ese y otros presuntos aspirantes.

El quinielismo hace daño al PSOE porque desestabiliza la marcha del partido, tal y como ha quedado orientada en un plan de trabajo marcado por la dirección. Ese plan incluye la celebración de unas elecciones primarias para que militantes y simpatizantes elijan al aspirante socialista a la Presidencia del Gobierno y, eventualmente, un congreso para elegir al secretario general.

¿Y cuándo será todo eso? Pues cuando lo decida quien lo tiene que decidir, que no es Zapatero, ni el adversario político, ni un determinado medio de comunicación, ni la asociación de amigos del clarinete. Eso le toca a la dirección del partido legítimamente constituida. Y lo hará cuando le convenga, como ayer explicó con toda claridad la vicesecretaría general, Elena Valenciano. Y lo demás son relatos fantásticos.

Este nuevo brote de quinielismo se quedó en unas declaraciones de Eduardo Madina en las que apeló a los procedimientos reglamentarios y a los tiempos marcados por la direcciónQuerer forzar las cosas porque el PSOE está sumido en el desprestigio, que comparte con otras entidades políticas e institucionales (díganme alguna que esté a salvo de la epidemia), sólo puede entenderse como un intento de socavar la autoridad del secretario general. El intento, además, no tiene recorrido porque ni siquiera está convocado el proceso (primarias). Y distrae al partido de la hoja de ruta señalada por los órganos de dirección, que están para algo, que son legítimos y que representan la voluntad de la militancia expresada libremente en un congreso celebrado hace poco más de un año.

Todo eso lo saben quienes desde dentro alimentan la voracidad de periodistas enredadores y desde fuera crean las condiciones para que los dirigentes del PP acusen a sus principales adversarios de estar más pendientes de sus querellas internas que de los problemas del país. Miel sobre hojuelas si eso le sirve a Javier Arenas o a Dolores de Cospedal -tampoco está mal la querella entre ambos- para dar lecciones de democracia y dejar en segundo plano el caso Bárcenas. 

En resumen, que este nuevo brote de quinielismo, extinguido ayer con la celebración de una Ejecutiva donde no ardió nada, a pesar del incendio anunciado en ciertos medios de comunicación, se quedó en unas declaraciones de Eduardo Madina en las que apeló a los procedimientos reglamentarios y a los tiempos marcados por la dirección para elegir democráticamente al candidato a la Moncloa y, en su caso, al secretario general, a lo que puede optar cualquier militante, incluido el actual secretario general. Lo de Madina ha sido un cohete de feria que explota antes de tiempo.

El presunto aspirante a la Secretaría General del PSOE, Eduardo Madina, declaró ayer en las puertas de Ferraz ante una nube de periodistas, a la espera de no se sabe qué bombazo informativo, que el puesto no está vacante. Semejante obviedad sirvió para frenar la enésima oleada de quinielismo de sustitución. Es decir, una especie de carrera en círculo, detrás de una sombra, para ocupar un puesto que ya está ocupado, según propia confesión de ese y otros presuntos aspirantes.