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La crisis según Rajoy: mejor que ayer y peor que mañana
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Antonio Casado

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La crisis según Rajoy: mejor que ayer y peor que mañana

En presencia del vigilante de la playa, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, apeló ayer a las leyes de la lógica recordando que “los balances se

En presencia del vigilante de la playa, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, apeló ayer a las leyes de la lógica recordando que “los balances se hacen al final”. Fue en la clausura del Campus FAES, la factoría ideológica del PP pilotada por Aznar, el expresidente disgustado por la “lánguida resignación” de su sucesor. Y el sucesor dijo en turno de réplica: “Quedan dos años y medio de legislatura y los balances se hacen cuando toca. Hacerlo al principio es injusto y no conduce a nada”.

También por boca de Aznar habían salido las propuestas fiscales a favor de pocos impuestos, más bajos y de fácil comprensión por el ciudadano. “Lo tendremos en cuenta”, precisó. De ahí no pasó Rajoy. Bastante más explícito, y más irónico, ha estado cierto ministro que no menciono por tratarse de una conversación privada: “Tengo una enorme curiosidad intelectual, pero acabo tan cansado por las noches que aún no he tenido tiempo de leerla”, dijo respecto al proyecto de reforma fiscal publicado por FAES.

El discurso de Rajoy se hilvana en su permanente invitación a compartir la sensación de remontada. Sus últimas intervenciones públicas responden al saludable propósito de mejorar el estado de ánimo de los españoles en base a una serie de de indicadores económicos

Es el minuto y resultado de las apelaciones del expresidente a la necesidad de bajar impuestos. En Moncloa no le han hecho caso. Incluso podría decirse que la propuesta ha producido efectos contrarios. Véase el paquete de medidas fiscales adoptadas en el Consejo de Ministros del viernes, donde el único impuesto que se bajó -mejor dicho, se suprimió-, fue la tasa por la matriculación de yates de lujo. En cambio, se aprobó una notable subida en los impuestos especiales. Habría sido un sarcasmo que, 48 horas después, en el acto de Guadarrama, Rajoy se apuntara a la bajada de impuestos sugerida por Aznar.

El discurso de Rajoy, por lo demás, se hilvana en su permanente invitación a compartir la sensación de remontada. Sus últimas intervenciones públicas responden al saludable propósito de mejorar el estado de ánimo de los españoles en base a una serie de de indicadores económicos. Y no será este columnista quien impugne esa línea de actuación. Estamos mejor que hace un año y peor que el año que viene. Los españoles necesitan oír buenas noticias y, aunque la creación de empleo ni está ni se la espera, de momento, demos por bueno el documentado final de la recesión para finales de este año y principios del siguiente.

Los datos están ahí, bien aireados por los ministros De Guindos y Montoro (“España está saliendo de la crisis”, sostienen). A saber: la bajada del paro registrado en el primer semestre del año, la excelente temporada turística que se avecina, la mejora en la balanza de pago por cuenta corriente (se espera un superávit del 2,5% de media en 2013), una inflación inferior al 1% y el notable descenso en el coste financiero de la deuda (prima de riesgo a la baja), entre otros.

Claro que todavía no suenan como deberían los dos motores del sistema productivo. Al de la inversión le sigue fallando el crédito a familias y empresas. Y al del consumo le sigue fallando el empleo. Por algo se empieza, y me parece bien que se diga, sin quedarnos sólo con lo que diga el informe de la agencia Moody's que se va a hacer público esta semana.

En presencia del vigilante de la playa, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, apeló ayer a las leyes de la lógica recordando que “los balances se hacen al final”. Fue en la clausura del Campus FAES, la factoría ideológica del PP pilotada por Aznar, el expresidente disgustado por la “lánguida resignación” de su sucesor. Y el sucesor dijo en turno de réplica: “Quedan dos años y medio de legislatura y los balances se hacen cuando toca. Hacerlo al principio es injusto y no conduce a nada”.

Mariano Rajoy