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Bárcenas, convertido en clave de la estabilidad política
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Antonio Casado

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Bárcenas, convertido en clave de la estabilidad política

Estamos ante la segunda gran pedrada política contra Mariano Rajoy desde que el excajero del PP Luis Bárcenas entró en la cárcel. Y la de mayor

Estamos ante la segunda gran pedrada política contra Mariano Rajoy desde que el excajero del PP Luis Bárcenas entró en la cárcel. Y la de mayor repercusión, de momento. De nuevo ante el juez, hoy tendremos nueva entrega del culebrón. Todo puede empeorar en una atmósfera muy cargada con esta visita del barón de la peineta al Juzgado. Entre unos y otros le hemos convertido en la clave de la estabilidad política nacional. Casi nada. Vamos con los hechos:

Por boca de su portavoz parlamentario, Alfonso Alonso, el PP acababa de atribuir al resto de fuerzas políticas el padrinazgo de un delincuente y este, con la complicidad sobrevenida de un enredador, ha puesto en circulación las pruebas de que era el mismísimo presidente del Gobierno quien le estaba apadrinando. Pruebas de que le apadrinó, por ser precisos. Y una prueba de que ya no le apadrina: Bárcenas está en la cárcel. Aunque en la onda mediática el pasado se coma al presente, a pesar de los esfuerzos de Moncloa por evitarlo.

Rajoy ignoró las obscenas gestiones del extesorero para que policías, jueces y fiscales pasaran por alto sus embrollos de cajero felón

La publicación de los mensajes telefónicos cruzados entre Rajoy y su delincuente preferido ha desencadenado una tormenta de rayos y truenos con atronadora salida del principal grupo de la oposición. Por segunda vez, con luna de miel por medio, el líder del PSOE, Pérez Rubalcaba, ha vuelto a pedir la dimisión del presidente porque “está incapacitado para gobernar” y “está haciendo un daño incalculable al país”. Puede ser. Pero en estos momentos de angustiosa inestabilidad económica, la inestabilidad política no es la terapia que más conviene a España.

Ese es un pecado cometido tanto por quienes piden a Rajoy que desaloje ya mismo la Moncloa como por el propio presidente negándose a explicar en sede parlamentaria por qué nombró senador a Bárcenas, por qué le permitió mantener su despacho en Génova después de estallar el escándalo, por qué le pagó los abogados o por qué se demoró tanto en dejarle “tirado”. Mientras no dé esas explicaciones, y otras, seguirá reptando la sospecha de que tiene algo que ocultar. Es insostenible su apelación al respeto de las decisiones judiciales como burladero de sus deberes. ¿O acaso el Parlamento, que es el depositario de la voluntad popular, no le merece el mismo respeto que la Justicia?

También los hechos merecen respeto. Y por eso es necesaria una precisión de calendario. La piñata de los SMS demuestra que, efectivamente, Rajoy apadrinó a un delincuente. Pero con las mismas demuestra que dejó de hacerlo hace seis meses: por eso Luis Bárcenas está en la cárcel y por eso lanza con onda mediática esta segunda pedrada contra el presidente, del que se siente abandonado (lo reconoce en marzo, pero la ruptura ya se había producido a principios de año). Con las mismas también demuestra ese selectivo cruce de mensajes, y otros testimonios coincidentes, que Rajoy ignoró las obscenas gestiones del extesorero para que policías, jueces y fiscales pasaran por alto sus embrollos de cajero felón.

Estamos ante la segunda gran pedrada política contra Mariano Rajoy desde que el excajero del PP Luis Bárcenas entró en la cárcel. Y la de mayor repercusión, de momento. De nuevo ante el juez, hoy tendremos nueva entrega del culebrón. Todo puede empeorar en una atmósfera muy cargada con esta visita del barón de la peineta al Juzgado. Entre unos y otros le hemos convertido en la clave de la estabilidad política nacional. Casi nada. Vamos con los hechos: