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El caso Bárcenas (judicial) ya es caso Rajoy (político)
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Antonio Casado

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El caso Bárcenas (judicial) ya es caso Rajoy (político)

Escribí ayer que Moncloa se estaba pensando la fecha de una comparecencia parlamentaria del presidente, a petición propia. Espera bajar así la tensión creada por su persistente resistencia

Escribí ayer que Moncloa se estaba pensando la fecha de una comparecencia parlamentaria del presidente, a petición propia. Espera bajar así la tensión creada por su persistente resistencia a explicar la derivada política del caso Bárcenas y por el órdago de la moción de censura lanzado por Rubalcaba. Me ratifico. Lo deseable sería una fecha de finales de julio o muy primeros de agosto.

La crispación no debe irse de vacaciones y volver en septiembre, como la asignatura pendiente de mal estudiante. Nos conviene a todos este camino de en medio para evitar que elbarón de la peineta y su dircom sigan bloqueando la vida política. Dicho de otro modo: salvo a los enredadores, a nadie conviene llegar a la moción de censura. Y menos al presidente, consciente de que con el paso de los días un caso de naturaleza judicial, primero Gürtel y luego Bárcenas, se ha convertido en un caso político, primero caso PP y luego caso Rajoy. Sin dejar de mirar a la Audiencia Nacional y a la cárcel de Soto del Real, hoy todos miran hacia Moncloa. Dentro y fuera de España.

Para Rajoy sería letal caer en la tentación del enroque. Supondría perder autonomía y seguir sometido al inclemente cerco político-mediático que él mismo viene alimentando con su obstinado desdén a la Cámara que le hizo presidente

Una comparencia desvinculada del órdago socialista, que es lo que se está considerando en Moncloa, tampoco le viene mal a Rubalcaba, una vez que ha sabido jugar con blancas y dejar la pelota en el tejado del Gobierno. Es a Rajoy, que juega con negras, al que toca mover ficha después de que el líder del principal grupo de la oposición haya tomado la iniciativa “en defensa de la dignidad del Parlamento”. Para el presidente sería letal caer en la tentación del enroque. Supondría perder autonomía y seguir sometido al inclemente cerco político-mediático que él mismo viene alimentando con su obstinado desdén a la Cámara que le hizo presidente .

El eventual enroque de Rajoy haría inevitable la presentación de la moción de censura. Tiene una semana de plazo para decidir su jugada. Rubalcaba ha llegado a la conclusión de que el uso de esta herramienta excepcional, ante una crisis excepcional, es el único medio de lograr que aquél cumpla con su deber de someterse a la fiscalización política de la Cámara. Debe explicar, entre otras cosas, si hubo “apadrinamiento”, colaboración necesaria o mirada distraída de los líderes del partido respecto al sistema articulado de corrupción dirigido desde un despacho de la sede central del PP durante 20 años. Y debe explicar si una parte de las donaciones opacas de empresarios agradecidos se destinaron o no a financiar las campañas electorales del partido.

“En el Parlamento no nos comemos a nadie”, decía hace unos días un diputado de la oposición. Tampoco Rajoy es un recién llegado. Tiene tablas para salir airoso, especialmente de los argumentos ad hominem, como el que le reserva el líder de los socialistas: “El se presenta como garante de la estabilidad y nosotros estamos convencidos de que su continuidad al frente de la Presidencia del Gobierno es fuente de permanente de la inestabilidad que este país no puede permitirse. Por eso queremos que venga a la Cámara, para poderle decir que tiene que dimitir”, decía Rubalcaba este martes a su parlamentarios.

Escribí ayer que Moncloa se estaba pensando la fecha de una comparecencia parlamentaria del presidente, a petición propia. Espera bajar así la tensión creada por su persistente resistencia a explicar la derivada política del caso Bárcenas y por el órdago de la moción de censura lanzado por Rubalcaba. Me ratifico. Lo deseable sería una fecha de finales de julio o muy primeros de agosto.

María Dolores de Cospedal Luis Bárcenas