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Factor humano y una memoria curtida en el sufrimiento
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Antonio Casado

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Factor humano y una memoria curtida en el sufrimiento

En los márgenes del dolor cabe la búsqueda de la causa. Al paso de las horas se va abriendo paso la hipótesis del fallo humano. Nada

En los márgenes del dolor cabe la búsqueda de la causa. Al paso de las horas se va abriendo paso la hipótesis del fallo humano. Nada de “curva alevosa”, como escribe un forero habitual de El Confidencial, sino presunta conducta negligente de un maquinista que había llegado a presumir en Facebook de la velocidad alcanzada a los mandos de un tren. El factor humano reaparece en la caja negra de una nueva tragedia nacional.

Cuentan los técnicos que en el tramo del accidente (7 kilómetros antes de llegar a la estación compostelana) se desactiva el automatismo del sistema de seguridad ERTMS. Entonces pasa a ser manual la conducción. Y las señales, analógicas. Como la que advierte de la limitación de velocidad a 80 por hora. Según la información de RENFE, el tren iba a 180. Según el delegado del Gobierno en Galicia, Samuel Juárez, a 220. Y según el propio maquinista, Francisco José Garzón Amo, a 190. Saquen ustedes mismos las conclusiones.

Lo demás es luto y solidaridad con las familias rotas por el tren que tomó alocadamente la curva de la muerte. Y reconocimiento del eficiente trabajo de los equipos de rescate de víctimas en las dos tareas prioritarias: ayuda a los heridos y levantamiento de cadáveres. Una vez más, la inmediata, espontánea y desprendida colaboración de los testigos presenciales (vecinos de Angrois), la avalancha de donantes voluntarios de sangre, los gestos solidarios de la hostelería con los familiares de las víctimas, la maravillosa reacción de los bomberos en huelga, la esforzada tarea de los psicólogos, etc. nos vuelven a dar ocasión de sentirnos orgullosos de pertenecer a este país y a este paisanaje.

Es lógica la espontánea solidaridad de nuestra gente y nada casual que en España funcionen bien los mecanismos de respuesta ante las emergencias. Vivimos en un país politraumatizado por una memoria curtida en el sufrimiento compartido

También los gobernantes y la clase política han sabido estar a la altura de la reacción social. Incluyo a los Reyes, don Juan Carlos y doña Sofía, que ayer tarde visitaron a los heridos. Sobrios y doloridos, por su parte, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el de Galicia, Núñez Feijóo, encontraron la medida justa para el tono de sus respectivas intervenciones públicas, lo cual no es fácil. El político ha de medir sus palabras para que la ciudadanía no perciba ni de lejos algo parecido al gesto calculado o el aprovechamiento de la circunstancia como fuente de votos.

Es lógico este miedo de los políticos al reproche social cuando comparecen en medio de la tragedia. Pero también es lógica la espontánea solidaridad de nuestra gente y nada casual que en España funcionen bien los mecanismos de respuesta (Bomberos, Policía, Cruz Roja, Servicios Médicos, Oficina Judicial, etc.) ante las emergencias. Aprendimos de la experiencia. Vivimos en un país politraumatizado por una memoria curtida en el sufrimiento compartido.

Echemos un vistazo a los recuerdos de reciente historia. Por terrorismo (jueves de sangre en Atocha, Hipercor de Zaragoza, Miguel Ángel Blanco…). Por catástrofes naturales (Los Alfaques, Biescas, las inundaciones de Valencia, las del Vallés en Barcelona…). O por accidentes (choque de aviones en Tenerife, el metro de Valencia, Los Alfaques…). Demasiadas muescas en la piel dolorida de los españoles. 

En los márgenes del dolor cabe la búsqueda de la causa. Al paso de las horas se va abriendo paso la hipótesis del fallo humano. Nada de “curva alevosa”, como escribe un forero habitual de El Confidencial, sino presunta conducta negligente de un maquinista que había llegado a presumir en Facebook de la velocidad alcanzada a los mandos de un tren. El factor humano reaparece en la caja negra de una nueva tragedia nacional.

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