Es noticia
El despiste del maquinista y las campanas de Compostela
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

El despiste del maquinista y las campanas de Compostela

Tocaban a muerto las campanas de la vieja catedral compostelana mientras la representación institucional y política se acercaba a una Plaza del Obradoiro acordonada policialmente. La

Tocaban a muerto las campanas de la vieja catedral compostelana mientras la representación institucional y política se acercaba a una Plaza del Obradoiro acordonada policialmente. La basílica no dio de sí para acoger a los cientos de personas que dos horas antes ya hacían cola porque querían asistir a los funerales por las 79 víctimas mortales de la tragedia que nos heló la sonrisa el pasado miércoles por la noche. Y el oficiante, el arzobispo de Santiago, Julian Barrio, explicó desde el altar que “la muerte forma parte de la verdad y el sentido de nuestras vidas”.

En la escalinata que conduce al Pórtico de la Gloria, continuaba ese evocador altar de la solidaridad que ha brotado espontáneamente entre piedras milenarias

La ceremonia, solemnizada por la nutrida presencia de los más altos representantes del Estado (excepto el Rey, que delegó en los Príncipes de Asturias y, como vínculo de la Casa Real con Galicia, en la infanta Elena, duquesa de Lugo), y presidentes de las Comunidades Autónomas (excepto el de Cataluña, que delegó en la vicepresidenta), fue seguida desde los aledaños por los cientos de personas que no pudieron acceder a la catedral. Y allí, en el exterior, en la escalinata que conduce al Pórtico de la Gloria, continuaba ese evocador altar de la solidaridad que ha brotado espontáneamente entre piedras milenarias, donde las personas anónimas encienden velas, hacen sus ofrendas florales y dejan escritas las muestras de su compasión con los que perdieron la vida a causa del despiste del maquinista.

Para el recuerdo quedará las acongojantes campanadas a muerto de la catedral compostelana, el sonido de los móviles entre las pertenencias sin dueño conocido recogidas en aquel frío pabellón multiusos de la noche triste, las lágrimas furtivas de la princesa de Asturias en el funeral de ayer y los impresionantes testimonios de quienes sobrevivieron para contarlo. Personalmente me quedo con el de dos madres. Una sonríe abiertamente a las cámaras mientras explica que está orgullosa de sus múltiples magulladuras. Lleva marcado el cuerpo que sirvió para proteger a su bebé. La otra es una mujer feliz porque supo que estaba embarazada cuando la atendían después de ser rescatada entre lo que quedaba del tren descarrilado a consecuencia del despiste de un maquinista.

Tocaban a muerto las campanas de la vieja catedral compostelana mientras la representación institucional y política se acercaba a una Plaza del Obradoiro acordonada policialmente. La basílica no dio de sí para acoger a los cientos de personas que dos horas antes ya hacían cola porque querían asistir a los funerales por las 79 víctimas mortales de la tragedia que nos heló la sonrisa el pasado miércoles por la noche. Y el oficiante, el arzobispo de Santiago, Julian Barrio, explicó desde el altar que “la muerte forma parte de la verdad y el sentido de nuestras vidas”.

Muerte Renfe Casa Real Cataluña