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¿Quién distrae a Mariano Rajoy de sus tareas de Gobierno?
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Antonio Casado

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¿Quién distrae a Mariano Rajoy de sus tareas de Gobierno?

El sábado, en Sotomayor (Pontevedra), ante su parroquia política y con los “preferentistas” debidamente controlados Rajoy dedicó su discurso a Luis Bárcenas sin mencionarle ni una sola vez

El sábado, en Sotomayor (Pontevedra), ante su parroquia política y con los 'preferentistas' debidamente controlados por la policía, el presidente del Gobierno dedicó su discurso a Luis Bárcenas sin mencionarle ni una sola vez. No existe lo que no se nombra. O eso cree él. ¿De qué habla entonces cuando afirma: “Nada ni nadie nos va a desviar de nuestra tarea, que es la salida de la crisis”? No pongo en cuestión la capacidad de Mariano Rajoy para hacer dos cosas a la vez, pilotar la remontada económica y desactivar el potencial desestabilizador del extesorero. Por tanto, sorprende su empeño en valorar los efectos políticos, judiciales y periodísticos del caso Bárcenas como un intento de distraer de sus obligaciones al Gobierno de la Nación. ¿Está acusando a la oposición, la prensa y la Justicia de hacer ‘ruido’ a fin de obstruir el mandato de los ciudadanos?

Rajoy rechaza con energía la eventual abdicación de sus responsabilidades como presidente del Gobierno. Excelente. Pero una de ellas es colaborar con la Justicia. Y otra, someterse al control parlamentario. De eso, ni media palabra en su discurso del sábado. Sin embargo, es el debate de fondo en la vuelta al cole: los esfuerzos de Moncloa y de Génova por silenciar el escándalo. En el terreno político y periodístico. Y también en el judicial, como se ha visto con el cínico borrado electrónico de información requerida por el juez Ruz.

Bárcenas estuvo en la alineación del PP durante casi 20 años. Y Rajoy hizo lo posible y lo imposible por evitarle la salida del equipo, aun después de saber que era un coladero

Tampoco es de menor cuantía la dimensión política del asunto. Por enésima vez, la mayoría absoluta de uno de los dos grandes partidos nacionales convierte en papel mojado el dogma del control al Gobierno (una de las tres funciones centrales del Parlamento). El PP está haciendo cosas que se parecen muchísimo a una figura delictiva: obstrucción de la acción de la Justicia (ser y parecer, recuerden ustedes). Exactamente la misma actitud ante el órgano depositario de la soberanía nacional. Obstrucción por encubrimiento. En ese sentido, el nuevo periodo de sesiones se va a abrir tal y como se cerró el anterior: con los representantes de la voluntad de los doce millones de españoles que no votaron al PP persiguiendo a Rajoy para que se explique, y con Rajoy corriendo más que ellos a lomos de la mayoría absoluta.

Salvo el contrito reconocimiento de haberse equivocado al confiar en Bárcenas, las referencias de Rajoy a los sobresueldos (“como todos, pero declarados”), la financiación ilegal (“no me consta”) y la doble contabilidad (“el PP sólo tuvo una contabilidad, la oficial”, ignorando la no confesable del tesorero del PP, como dan por hecho tanto el juez como el fiscal), las interrogantes siguen abiertas después del debate del 1de agosto. Salvo que aceptemos la doctrina Casillas: los goles no se los meten al Real Madrid, sino al portero del Real Madrid. Bárcenas estuvo en la alineación del PP durante casi 20 años. Y Rajoy hizo lo posible y lo imposible por evitarle la salida del equipo, aun después de saber que era un coladero, según testificó ante el juez la mismísima Dolores de Cospedal. ¿También a la secretaria general le ha dado ahora por hacer ruido?

El sábado, en Sotomayor (Pontevedra), ante su parroquia política y con los 'preferentistas' debidamente controlados por la policía, el presidente del Gobierno dedicó su discurso a Luis Bárcenas sin mencionarle ni una sola vez. No existe lo que no se nombra. O eso cree él. ¿De qué habla entonces cuando afirma: “Nada ni nadie nos va a desviar de nuestra tarea, que es la salida de la crisis”? No pongo en cuestión la capacidad de Mariano Rajoy para hacer dos cosas a la vez, pilotar la remontada económica y desactivar el potencial desestabilizador del extesorero. Por tanto, sorprende su empeño en valorar los efectos políticos, judiciales y periodísticos del caso Bárcenas como un intento de distraer de sus obligaciones al Gobierno de la Nación. ¿Está acusando a la oposición, la prensa y la Justicia de hacer ‘ruido’ a fin de obstruir el mandato de los ciudadanos?

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