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Rajoy y el sofisma fiscal de Cataluña
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Antonio Casado

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Rajoy y el sofisma fiscal de Cataluña

Escribía ayer en este mismo rincón de El Confidencial que el sueño de la razón nacionalista –de la emoción nacionalista, deberíamos decir-  produce monstruos. Y uno

Escribía ayer en este mismo rincón de El Confidencial que el sueño de la razón nacionalista –de la emoción nacionalista, deberíamos decir–  produce monstruos. Y uno de ellos es este aberrante debate sobre si Cataluña debe limitar la solidaridad a lo que le sobra, como creen Artur Mas y su coro soberanista, o lo que le toca, en aplicación del sagrado dogma civil de la igualdad entre todos los españoles, vivan donde vivan, a la hora de acceder a los servicios públicos.

Que a estas alturas haya que echar mano del Libro gordo de Petete para explicar que un rico de Andalucía aporta a la caja común lo mismo que un rico de Cataluña, mientras los servicios alcanzan a todos por igual, ricos o pobres, de Hospitalet o de Dos Hermanas, ilustra hasta qué punto ha calado el sofisma fiscal del "España nos roba". Y explica también lo tarde que ha descubierto el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, la necesidad de rebatir ese lema falso, populista e inmoral.

Rajoy necesitará mucha suerte, porque la razón ya la tiene. Tanto la legal como la moral, aunque mejor le iría si fuese un poco más expresivo y tuviera más complicidades

Está en ello. La previsión es de una mayor implicación personal, viajes más frecuentes a esta ‘nacionalidad’ y un llamamiento al compromiso de los medios de comunicación de ámbito nacional. Apuesta por una defensa inteligente de la identidad catalana en el mosaico español. Se trata de crear las condiciones para que la banda sonora no ofrezca únicamente y a todas horas la misma tonada nacionalista. Especialmente en Cataluña, donde el silencioso discurso de la racionalidad, el sentido común, la pluralidad, el respeto a la historia, el reconocimiento a los lazos afectivos, no acaba de aflorar con la fuerza que entre los catalanes tiene el doble sentimiento de pertenencia.

Ayer Rajoy hizo los deberes en sesión parlamentaria de control al Gobierno. A preguntas del senador Cleries i González (también podía haber sido González i Cleries), sobre el supuesto maltrato de los Presupuestos del Estado a Cataluña, el presidente del Gobierno soltó un dato que debería ser suficiente para desactivar esa falacia contable del "España nos roba": las inversiones del Estado en Cataluña previstas para 2014 van a estar un 127% por encima de la media nacional.

Quizás el dato se pierda en la polvareda o se estrelle en la muralla mediática de cercanías que la Generalitat ha levantado frente a quienes disienten del discurso único, excluyente, totalizante, del nacionalismo en el poder. Por lo que se deduce de la distancia corta con Mariano Rajoy, el Gobierno está decidido a salvar esos obstáculos con inteligencia, con la ley en la mano y sin ‘genialidades’. Tengo curiosidad por saber cómo lo va a conseguir. Necesitará mucha suerte. Sobre todo suerte, porque la razón ya la tiene. Tanto la legal como la moral, aunque mejor le iría si fuese un poco más expresivo y tuviera más complicidades. Echa especialmente de menos la de Rubalcaba.

Escribía ayer en este mismo rincón de El Confidencial que el sueño de la razón nacionalista –de la emoción nacionalista, deberíamos decir–  produce monstruos. Y uno de ellos es este aberrante debate sobre si Cataluña debe limitar la solidaridad a lo que le sobra, como creen Artur Mas y su coro soberanista, o lo que le toca, en aplicación del sagrado dogma civil de la igualdad entre todos los españoles, vivan donde vivan, a la hora de acceder a los servicios públicos.

Cataluña Mariano Rajoy Artur Mas