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Antonio Casado

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Parecemos nuevos. Llevamos un par de añitos dándole vueltas a la quimera soberanista (Cataluña, como unidad de destino en lo universal) y ahora corremos como idiotas

Foto: El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas. (EFE)
El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas. (EFE)

Parecemos nuevos. Llevamos un par de añitos dándole vueltas a la quimera soberanista (Cataluña, como unidad de destino en lo universal) y ahora corremos como idiotas detrás de la liebre que ayer soltaron el presidente de la Generalitat y sus compañeros del viaje a ninguna parte. Qué pereza. Una liebre en forma de pregunta sindicada por un nacionalismo extasiado cuyos dirigentes deberían pasar por el psiquiatra.

Nos lo temíamos. Con la excusa de que no tiene margen de retorno a la centralidad (“Estamos con ERC para todo”, les dice a quienes tratan de volver al sentido común), Artur Mas ha decidido doblar la apuesta. De perdidos, al río. Este hombre pasará a los anales de la torpeza política. Se suicida políticamente, arrastra a su partido, nos pone a todos de los nervios y, lo que es más grave, insiste en comportarse como un gobernante totalmente ajeno a los problemas reales de los gobernados.

Dicho sea de paso este último aspecto de la cuestión. Con un dato mucho más decisivo que la doble pregunta del referéndum soñado por los nacionalistas para el 9 de noviembre de 2014. Me refiero al aumento de la pobreza en Cataluña, el derrumbe económico de la comunidad, que ha dejado de ser la más emprendedora de España y ha visto cómo en estos últimos años la renta per cápita de los catalanes se iba alejando de la media nacional, mientras el nacionalismo gobernante convertía la ofensiva soberanista en una prioridad.

Nadie en su sano juicio puede esperar algún tipo de complicidad del Gobierno de la Nación en la voladura del Estado. Así que esta vía está llamada a estrellarse en Madrid

¿Y ahora, qué? Nada que no sepan los nacionalistas juntos y ruidosos. Nada que no sepan los no nacionalistas silenciosos y desunidos. Preguntas inútiles y fecha inútil. Conocíamos de antemano la posición oficial del Gobierno, secundada en este caso por el principal partido de la oposición, sobre cualquier convocatoria de referéndum que contenga una propuesta de fragmentación de la soberanía nacional que, como se ha dicho hasta la saciedad, es única e indivisible.

Y a partir de ahí podemos entretenernos procesando las intenciones políticas de Mas, o las de Junqueras. E incluso las del presidente del Gobierno, aunque no en lo fundamental, sino en la herramienta legal que utilizará para “cumplir y hacer cumplir la ley”, una vez aclarado que “ni quiero ni puedo autorizar un referéndum en Cataluña”. Ayer mismo volvía a calificarlo de “anticonstitucional”, con garantía añadida de que “no se va a celebrar”. Por tanto, hagamos quinielas con los tres artículos de la Constitución que están en juego: el 150 (delegación de competencias estatales), el 155 (el Estado obliga a la comunidad a cumplir forzosamente la ley) y el 161 (recurso al Tribunal Constitucional de una decisión de la Generalitat, que ha de resolverse en el plazo de cinco meses).

Personalmente apuesto por el tercero. El primero de los mencionados es el que utilizarían los nacionalistas a partir de la elaboración de una ley de consultas y para convocar una posterior solicitud de la competencia estatal “delegada”. Nadie en su sano juicio puede esperar algún tipo de complicidad del Gobierno de la Nación en la voladura del Estado. Así que esta vía está llamada a estrellarse en Madrid, como se estrelló la vía Ibarretxe (febrero 2005), lo cual abocaría a Mas a convocar las llamadas elecciones “plebiscitarias” que probablemente darían el triunfo a sus socios de ERC previa amenaza de declaración unilateral de independencia a modo de campaña electoral.

Pero todo eso ya es hablar por hablar. Falta un año para la fecha convenida por Mas y Junqueras y todavía puede ocurrir de todo. 

Parecemos nuevos. Llevamos un par de añitos dándole vueltas a la quimera soberanista (Cataluña, como unidad de destino en lo universal) y ahora corremos como idiotas detrás de la liebre que ayer soltaron el presidente de la Generalitat y sus compañeros del viaje a ninguna parte. Qué pereza. Una liebre en forma de pregunta sindicada por un nacionalismo extasiado cuyos dirigentes deberían pasar por el psiquiatra.

Artur Mas Mariano Rajoy Oriol Junqueras